En el 1500 a.C. los egipcios ya estaban usando ascensores rudimentarios para elevar las aguas del Nilo, a través de la tracción animal y humana. Posteriormente, con la etapa de la Revolución Industrial, las formas de tracción fueron sustituidas por la energía del vapor y, más tarde, por la electricidad.
En 1853, el empresario estadounidense Elis Graves Otis inventó el ascensor de pasajeros. Los ascensores más primitivos eran demasiado lentos; para que un pasajero alcanzase el octavo andar de un edificio, tomaba alrededor de dos minutos en promedio. Actualmente, algunos ascensores son capaces de alcanzar la velocidad de 550 metros por minuto, es decir, resultan ser 45 veces más rápidos que sus predecesores.
En Brasil, los ascensores comenzaron a fabricarse 1918. Para su uso existía un portero que giraba una manivela que hacía que el ascensor ascendiera o descendiera. Las puertas se abrían y cerraban de manera manual.
Con la construcción de edificios más altos, el transporte impulsado por la manivela fue reemplazado por sistemas eléctricos más complejos que no requerían de la presencia de un personal responsable de la labor. Hoy en día, los ascensores tienen sistemas modernos que permiten una gran comodidad y seguridad a sus usuarios.