Aunque el pensamiento generalizado es de la convivencia en democracia, en la práctica un sistema democrático puede comprobarse como mera fachada.
No es apenas la elección del gobierno la que confiere legitimidad a la democracia, ni es su esencia, sino la existencia de una oposición y el ejercicio de la libertad de opinión, de expresión y de manifestación lo que reafirma su propio concepto. Tampoco ha de confundirse libertad de expresión con libertad de decisión.
Una democracia sin una oposición con ideales diferenciados no tendrá un buen gobierno. Sin esa oposición el sistema político deja de tener mecanismos de regulación que aseguren que el gobierno tienda en una dirección popular, siendo sustituido por un gobierno que dirige autocráticamente.
Una democracia carente de oposición seria, competente y creíble es una democracia frágil y enferma, de medidas represivas o de control preventivo para la eclosión social. Sin oposición ideológica, el patrón de competencia es definido por las figuras en el poder y no hay memoria suficiente para recordar a un gobierno que haya dimitido por su propia voluntad.
Es importante el debate, la oposición de ideas, las críticas. Ninguna administración, por mejor que sea, tendrá siempre las verdades absolutas. Solamente a los dictadores les gusta gobernar sin oposición. La historia está llena de ejemplos de autócratas que exiliaron, fusilaron o condenaron al silencio a sus opositores, mantuvieron comportamiento crítico o incluso no apoyaron efusivamente. En un gobierno autoritario las oposiciones son publicitadas negativamente por los propios medios bajo control o influencia y la imagen de los mismos es difamada o ridiculizada a fin de preservar el poder.
Un gobierno que disponga de oposición competente tiende a administrar mejor, pues activa el sentido de competencia política, fiscaliza, ofrece nuevas perspectivas y refleja los límites del gobierno. La oposición es quien garantiza, a cualquier ciudadano, el derecho de manifestar libremente sus opiniones sobre aquellos que lo gobiernan.
En un país dominado por la corrupción, la oposición es garante de una democracia. Es necesario tener coraje para hacer oposición a los errores de una administración en proceso. La mayoría prefiere bajar la cabeza. Pocos se arriesgan a apuntar los equívocos, mostrar imperfecciones y sugerir otras posibilidades.
Un gobierno sin oposición son simples molinos de viento. No siendo la democracia la solución a los problemas, es, sin embargo, el medio más civilizado para resolverlos.
Nadie está más desesperadamente esclavizado que aquellos que falsamente creen que son libres. (Johann Wolfgang Goethe)