Adoctrinamiento político-ideológico en las aulas

0

Adoctrinamiento-politico-en-las-aulas

Las aulas están transformándose con las rotaciones institucionales y su signo político. Ni las enseñanzas medias ni superiores pueden eludir la existencia del adoctrinamiento ideológico en las aulas. Tanto editoriales como profesorado son responsables por la democratización de la educación en un sentido objetivo y con capacidad de otorgar el librepensamiento del alumnado. En ocasiones, los profesores discurren en disertaciones político-ideológicas sobre el libre mercado, eventos históricos o cuestiones religiosas.

La situación empeora cuando el estudiante cuestiona a un profesor su verdad ante una actitud poco objetiva. Este hecho termina por reprimir a los alumnos a rebatir al profesor ante el temor de ser ridiculizados por el docente. Un motivo errático que conduce a la falta de entrega para debatir un discurso subjetivo de un profesor es la creencia de que su conocimiento, incluso en temas de crítica, es considerado una verdad absoluta y una premisa de verdad inefable.

Hay que actuar para poner fin a un adoctrinamiento ideológico o político. No es aceptable que los niños, niñas y adolescentes sean inducidos a pensar o tomar decisiones en la orientación de las opiniones impuestas, aunque sea sutilmente. Corresponde a la sociedad controlar la enseñanza en las escuelas y poner fin a una práctica cada vez más común tanto en libros escolares como en determinados profesores.

A menudo, los maestros presentan el nazismo y el comunismo como corrientes opuestas. Muchos van más allá y tergiversan hechos históricos estableciendo lazos entre antisemitismo del nazismo y sus bases en el cristianismo o bien que los propios norteamericanos financiaron el ascenso al poder de Hitler por motivos capitalistas. Tales deformaciones de la realidad histórica se implantan en el sistema educativo y adoctrinan a los jóvenes estudiantes con mentiras.

En primer lugar, el adoctrinamiento en las aulas es inapropiado porque es una forma de restricción de la libertad de aprendizaje de los estudiantes, una garantía constitucional. Por tanto, es una violación de un derecho fundamental.

En segundo lugar, debido a que las principales víctimas de esta práctica son jóvenes inexpertos e inmaduros, incapaces de reaccionar, intelectual y emocionalmente, a un profesor que está decidido a plasmar sus pensamientos en los alumnos.

Y en tercer lugar, por causa de la magnitud del fenómeno. La gran mayoría de profesores defiende que la misión fundamental de la escuela es despertar la conciencia crítica de sus estudiantes. Pero, ¿qué hay de malo en querer despertar la conciencia crítico de los estudiantes? No habría nada de malo sino fuera que esa conciencia crítica no fuera un aparato ideológico encubierto.

La evidencia de un sesgo ideológico se manifiesta de varias formas: en la elección de los autores, los textos y las imágenes, los supuestos, las declaraciones que se consideran verdaderas o falsas, omisiones, las pruebas selectivas, la falta de relevancia de temas controvertidos, el recorte de los hechos, el intercambio de roles entre opresores y oprimidos, explotadores y explotados, ganadores y perdedores, víctimas y agresores, etcétera.

Con esto, además de dar un giro ideológico se filtra que el acceso a la educación superior en un sentido estrictamente profesional. Después de todo, ¿no es posible la neutralidad ideológica? ¿La objetividad científica es un mito?

La justificación estándar utilizado por los promotores de adoctrinamiento ideológico en las escuelas es que no hay imparcialidad, porque todo el mundo tiene una visión. Con esta premisa se da un aperturismo a lo subjetivo, pues si no hay neutralidad, cada uno expresa lo que piensa, incluido el profesor.

La dosis de mala fe incluida en este razonamiento es extraordinaria. El hecho de que el conocimiento sea vulnerable a la distorsión ideológica –que es una realidad innegable, sobre todo en las ciencias sociales– debe servir como una advertencia a los educadores para adoptar las precauciones metodológicas necesarias para reducir la distorsión. En su lugar, el profesorado militante utiliza esto como un salvoconducto para el adoctrinamiento.

La objetividad científica perfecta puede ser imposible, pero perseguir el ideal de objetividad científica no sólo es posible sino moralmente obligatorio para un profesor.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí