Música del Renacimiento
Renacimiento (música), música que se desarrolló en Europa durante el periodo conocido como renacimiento, que en términos musicales ocupa, aproximadamente, desde el año 1430 hasta el 1600.
Nuevas teorías
En 1477, el teórico flamenco Johannes Tinctoris, autor del diccionario de música más antiguo que se conoce, ya comunicaba en su tratado Liber de arte contrapuncti el surgimiento de un nuevo arte de la música, cuya fuente y origen eran el compositor inglés John Dunstable y el francés Guillaume Dufay. Martin le Franc, en su poema Le champion des dames (1440-1442), igualmente hablaba de un nuevo estilo armónico asumido por Dufay y su coetáneo, Gilles Binchois, conforme el ejemplo de Dunstable, conocido como la contenance angloise (‘continencia inglesa’), que se distinguía por un uso más delicado de las consonancias y, por lo cual, por el uso moderada de las técnicas matemáticas peculiaridades de la música antigua en la alta edad media. Dunstable y Dufay ciertamente estallaron los procedimientos compositivos medievales —ambos escribieron motetes isorrítmicos— sin embargo lo hicieron a través de una nueva estructura musical definida por una equilibrio en tríadas, unos centros tonales articulados con claridad y con unos fines expresivos nuevos.
Muralismo
Muralismo, movimiento artístico de carácter indigenista, que nace tras la Revolución Mexicana de 1910 de conformidad con un programa dirigido a socializar el arte, y que niega la pintura convencional de caballete, así como cualquier otra obra proveniente de los círculos intelectuales. Propone la realización de obras monumentales para el pueblo en las que se retrata la realidad mexicana, los combates sociales y otros trazos de su historia. El muralismo mexicano fue uno de los fenómenos más decisivos de la plástica contemporánea iberoamericana y sus notorios protagonistas fueron Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros. A partir de 1930 el movimiento se internacionalizó y se difundió a otros países de América.
Los retratos escultóricos de la Antigua Roma
El retrato escultórico romano constituye uno de los grandes capítulos en la historia del arte antiguo. Los retratos preservados varían en tamaño, desde bustos pequeñísimos a monumentales estatuas como la de Constantino I el Grande (c. 315 d.C.-330 d.C.), ubicada en su basílica del foro romano.
La escultura exenta de la Antigua Roma
En la estatuaria de bulto redondo emplearon los mismos materiales pétreos, aunque se realizaron igualmente gran cantidad de estatuas en bronce o incluso en oro y plata. Se conservan parcialmente pocas estatuas en bronce y casi ninguna en oro o plata, ya que numerosas de ellas se fundieron en la edad media y periodos ulteriores.
Los relieves funerarios de la Antigua Roma
Los pedidos privados de esculturas en relieve se realizaron por lo general en entornos funerarios. Los comerciantes boyantes, como el panadero Eurysaces, hicieron inmortalizar en sus mausoleos las actividades comerciales desarrolladas en vida. A lo largo del final de la República y el comienzo del Imperio se labraron relieves escultóricos de los libertos para las fachadas de sus sepulcros comunales. En los siglos I y II d.C. los retratos en relieve se adaptaron en términos generales en los altares funerarios o en torno a las sepulturas.
Arte mestizo
Arte mestizo, concepto utilizado por algunos historiadores del arte desarrollado en la América hispana durante el periodo colonial, para denominar las obras en las que es incuestionable una representación local del arte europeo a partir de elementos decorativos o estructurales propios del mundo indígena.
A lo largo del siglo XX la historiografía del arte colonial ha manifestado un desasosiego perseverante por establecer el grado de extravaganza de esta realización artística, nacida a partir de los modelos europeos trasplantados a América tras la instauración española en el continente americano. Y para detectar esta extravaganza se han indicado varios puntos de partida. Uno de los más importantes ha sido la identificación de asuntos provenientes del repertorio iconográfico de las desemejantes culturas prehispánicas contemporáneas al momento de la conquista, incorporados a la ornamentación de obras propias de la cultura europea, en especial de carácter religioso, como iglesias y conventos. A estos asuntos se han añadido igualmente aquellos provenientes de la flora y la fauna americana. Los ejemplos se relacionan tanto con la cultura azteca en el área del virreinato de Nueva España como con las culturas preincaicas y la incaica en el virreinato del Perú.
Materiales y métodos de construcción en la Antigua Roma
El destacado material de construcción romano a partir de la fase republicana, fue el sillar de piedra de cantería local, empleado unido de vigas de madera, tejas y baldosas cerámicas. La piedra elegida variaba desde la toba y el travertino del centro de Italia al brillante mármol blanco importado de Grecia y Asia Menor o, en tiempos de Julio César, desde Luna (actual Luni, cerca de Carrara, Italia) y los mármoles policromos traídos desde las canteras de todo el mundo antiguo. A menudo se emplearon finas placas de mármol como revestimiento para cubrir las paredes construidas de sillería o sillarejo asociado con mortero.
Espíritus: los nat birmanos
En Birmania, los nat, o espíritus, suelen representarse en términos generales como imágenes antropomórficas. En el siglo XI, el monarca Anawrahta de Pagan disoció oficialmente los nat del budismo en Birmania, como parte de un proceso de purificación de la religión del Estado. El monarca codificó los muchos espíritus idolatrados por sus vasallos en una lista oficial de 37. Dicha lista iba siendo actualizada por los monarcas ulteriores, siendo el último en hacerlo el monarca Bodawpaya, a comienzos del siglo XIX.
Los enterramientos romanos
Los monumentos funerarios fueron un tipo de construcción que casi siempre se encontraba dispuesto fuera de la urbe propiamente dicha. Las sepulturas romanas, erigidas en términos generales junto a las calzadas principales de entrada a la ciudad, tuvieron una sorprendente diversidad formal porque evidenciaron los agrados personales de sus promotores y porque su cometido, alojar los cuerpos o restos incinerados de los muertos, podía adecuarse a cualquier forma.
Arte japonés a partir de 1867
En los años que siguieron a 1867, fecha de la subida al cetro del emperador Meiji Tenno, Japón regresó a ser irrumpido por formas de cultura nuevas provenientes del exterior.
Arte japonés del periodo Edo
El sogunado Tokugawa de la etapa Edo se hizo con el control definitivo del gobierno en 1603, comprometiéndose a dar al país paz y estabilidad financiera y política; en gran medida lo consiguió. El sogunado se mantuvo hasta 1867, en que se vio empujado a capitular al perder en las negociaciones y ante las presiones de las naciones occidentales para la apertura del país al comercio exterior. Una de las características preponderantes de la etapa Edo fue la política represiva del sogunado y los esfuerzos de los artistas por desbandarse de las medidas restrictivas, que llegaban a prevenir la entrada de los extranjeros y de su cultura, y a imponer severos códigos de conducta que afectaban a todos los trazos de la vida, como la elección de cónyuge y otras actividades.
Arte Fujiwara
En la fase Fujiwara de heian se difundió la secta de la Tierra Pura, que ofrecía una salvación sencilla a través de la fe en Amida (el Buda del paraíso occidental). No se precisaba nada más: ni templos, ni monasterios, ni rituales, ni clero. Paralelamente, entre la nobleza de Kioto se desarrollaba una sociedad refinada y concedida al cultivo de una estética refinado. Su mundo era tan seguro y tan bello que no podían concebir que el paraíso fuera muy diferente. El salón de Amida, que aglutinaba lo profano con lo religioso, cuenta con alguna imagen de Buda en el interior de una construcción que parece una mansión noble.
Las obras públicas en la Antigua Roma
Entre los diversos proyectos de construcciones públicas de los romanos, la red de puentes y calzadas que abastecieron la comunicación a través de todo el Imperio y los acueductos que traían el agua a las ciudades desde los manantiales cercanos (Pont du Gard, siglo I a.C., cerca de Nimes), son los más sobrecogedores.
Arte heian primitivo
En el año 794 la capital del Japón se desplazó oficialmente a Heian-kyo (hoy Kioto), donde se mantuvo hasta 1868. El periodo Heian engloba desde el 794 hasta el 1185, año en que concluyó la Guerra Gempei. Desde ese momento el periodo se organiza en Heian primitivo y Heian ulterior, siendo básica el año 894, fecha de renuncia de las embajadas imperiales de China. El próximo periodo toma el nombre de Fujiwara (866-1160), a la sazón la familia más poderosa del país, cuyos miembros administraban como regentes del emperador.
Arte japonés
Arte japonés, agrupación de obras de arte desarrolladas en Japón desde la instalación en las regiones de los primeros habitantes (en torno al 10.000 a.C.) hasta la actualidad.
Históricamente Japón ha estado sujeto a repentinas invasiones de ideas nuevas provenientes del extranjero, seguidas por largos periodos de mínimo contacto con el mundo exterior. A lo largo del tiempo, los japoneses han desarrollado la habilidad de absorber, imitar y hacer suyos los elementos de culturas extranjeras que servían para complementar sus preferencias estéticas. Las expresiones artísticas más antiguas que se realizaron en Japón datan de los siglos VII y VIII y están conectadas con el budismo. En el siglo IX Japón comenzó a dejar la influencia china y a realizar formas de expresión propias. De manera gradual fue cobrando relevancia el arte profano, que continuó floreciendo, junto al religioso, hasta finales del siglo XV. A raíz del conflicto bélico de Onin (1467-1477) el país entró en una etapa de desorganización política, social y financiera que se prolongó durante casi un siglo. Bajo el mando de la dinastía Tokugawa (o periodo Edo, 1603-1867) disminuyó el protagonismo de la religión en la vida diaria y las artes que se cultivaron fueron básicamente las profanas.
Pintura india
En dos localidades se preservan restos de pinturas indias previos al año 100 de nuestra era. Los fantásticos murales de las cuevas de Ajanta cubren el periodo comprendido entre los años 200 a.C. y 650 d.C. Los más antiguos representan figuras indígenas de noble aspecto y fuerte sensualidad. Las pinturas de la cueva de Jogimara en Orissa pertenecen a dos periodos, al siglo I a.C. y a la etapa medieval, las iniciales de dibujo más vigoroso y mejor calidad que las segundas.
Los baños públicos o termas de la Antigua Roma
Las termas conformaron un sobresaliente elemento de la vida del Imperio romano. A mediados del siglo IV a.C. existían en Roma 952 baños públicos. Las termas de Caracalla, construidas en Roma hacia el 217 d.C. para el placer de las clases ociosas, podían alojar hasta 1.600 bañistas. El grande interior abovedado, en su día recubierto con mármol, contenía baños, piscinas, salas de lectura, salones, e instalaciones para hacer ejercicios. Hoy en día las miserias de estos baños ofrecen un marco magnífico para las representaciones operísticas.
Escultura maya
La escultura maya abarca una gran variedad de expresiones: altares, estelas, lápidas, dinteles zoomorfos, tableros, cetros, jambas, columnas, figuras de bulto y marcadores de juego de pelota. Sus notorias peculiaridades son el uso del relieve, la monumentalidad en el tratamiento de los asuntos, el uso del color en el finalizado superficial, la dependencia del ámbito arquitectónico, la profusión de señales caligráfico y ornamental, la relevancia de las líneas curvas y el carácter abigarrado y escenográfico de la estructura.
Las estelas conmemorativas son magníficos trabajos entre los que destacaremos las de Tikal, Copán, Quiriguá y Cobán. Hablamos de monumentales lajas de piedra clavadas verticalmente en el suelo, en las que los escultores mayas tallaron en bajorrelieve imágenes del jubileo de sus soberanos. Se erigían al finalizar una etapa temporal concreta, cada cinco y cada veinte años, y en ellas, mediante jeroglíficos, se contaban los sucesos más importantes del reinado. Excelentes son los dinteles figurativos que flanqueaban las puertas de los palacios y templos de Yaxchilán, los altares de Piedras Negras y los zoomorfos de Quiriguá, aunque quizá la cumbre de la escultura maya sean los paneles de los edificios de Palenque. El palacio, y los templos de las Inscripciones, el Sol, la Cruz y la Cruz Foliada, constituyen uno de los mejores ejemplos de cómo el hombre es capaz de plasmar en piedra su universo religioso.
Los teatros y anfiteatros de la Antigua Roma
Los teatros romanos florecieron por primera ocasión al final de la fase republicana. Constaban de un alto escenario junto a un foso semicircular (orchestra) y un área periférico de asientos dispuestos en gradas (cávea). A discrepancia de los teatros griegos, ubicados en pendientes naturales, los teatros romanos se cimentaron sobre una estructura de pilares y bóvedas y de esta manera pudieron ubicarse en el corazón de las ciudades. Los teatros fueron conocidos en todos los enclaves del Imperio. Podemos encontrar ejemplos sobrecogedores en Orange (fundamentos del siglo I d.C., Francia) y en Şabrātah (finales del siglo I d.C., Libia). Los teatros de Itálica y de Mérida fueron desarrollados en tiempos de Augusto y de Agripa, respectivamente. El segundo de ellos, aunque presenta diferentes fases constructivas, destaca por su pórtico a modo de gran fachada trasera del escenario (frons scaenae) del siglo I d.C. y por su orchestra semicircular.
El templo romano
El templo destacado de las ciudades romanas, el capitolio, se encontraba por lo general localizado en un extremo del foro. El templo romano fue el resultado de una amalgama de elementos griegos y etruscos: planta rectangular, tejado a dos aguas, vestíbulo intenso con columnas exentas y una escalera en la fachada dando acceso a su alto podio o plinto. Los romanos preservaron los convencionales órdenes o cánones griegos (dórico, jónico y corintio), sin embargo inventaron otros dos: el toscano, una especie de orden dórico sin estrías en el fuste, y el formado, con un capitel desarrollado a partir de la amalgama de elementos jónicos y corintios (véase Columna).