Sócrates, que vivió en el siglo. IV a.C, se enfrentó al relativismo moral en el cual se degeneró la democracia griega, con un método simple: hay que saber/conocer para hablar.
La democracia presupone una igualdad o la igualdad entre los ciudadanos, dándoles el poder de expresar sus puntos de vista e intereses en el cumplimiento de la construcción de la comunidad. Sin embargo, un escándalo trajo la inquisición de Sócrates: el escándalo del ‘logos’. El ‘logos’ perdió su relación con las cosas (su consustancialidad) y fue enseñado como una herramienta que tiene como único objetivo el poder convencer a su oponente.
Los sofistas, los maestros que enseñaban mercenarios a cambio de salarios, decían poder hablar sobre cualquier tema, pidiendo, por lo tanto, ser portadores de un conocimiento universal. Sin embargo, un hombre no debe saberlo todo, sólo un Dios puede. Por consiguiente, era necesario demostrar que los discursos de estos hombres eran pretenciosos eran discurso de la ilusión, que se concebían por la emoción y la imaginación y no por la verdad. En definitiva, los discursos eran inventados y no reales o verdaderos.
Ironía socráctica/Método socrático
Así, Sócrates había desarrollado un método que muchos todavía confunden con sólo una figura del lenguaje. La ironía socrática fue, sobre todo, el método de preguntar sobre algo que se esté discutiendo, para definir un concepto y, en contradicción con ella, refutarla. El verbo que originó la palabra (eirein) significa preguntar. La ironía socrática no tenía el objetivo de ridiculizar sino cuestionar las cosas. Esta forma de pensamiento es parte del germen de la filosofía que pretendía cuestionar el misticismo y los mitos para crear verdades más lógicas.
La ironía socrática es la principal forma de actividad del método dialéctico de Sócrates. Su objetivo es disipar malentendidos y desentrañar los matices que permiten el debate y la introspección interior, proporcionando la creación de más juicios basados en la razón o “logos” y no en la imaginación.