La radioactividad es conocida por una gran parte de la población mundial debido a dos accidentes relevantes ocurridos en la década de 1980.
26 de abril de 1986, la explosión de uno de los reactores de la central nuclear de Chernóbil, Ucrania, lanzó sobre el cielo de la Unión Soviética una nube de elementos que presentan la radioactividad. El día 13 de septiembre de 1987, en la ciudad de Goiânia, Brasil, la inadecuada manipulación de una cápsula cesio 137 dejó a centenas de personas contaminadas e irradiadas por ese elemento radioactivo.
El descubrimiento de la radiactividad comenzó en el año 1896 con el físico francés Antoine Henri Becquerel (1852- 1908), después de comprobar la emisión de radiación por un mineral llamado sulfato doble de potasio y uranio (sal que integra el mineral de uranio con el ácido sulfúrico) y esa radiación procedente del átomo de cesio fue llamada, erróneamente, de rayos X.
La pareja Pierre y Marie Curie se interesaron por el descubrimiento de Becquerel y luego comprobaron que todas las sales de uranio emitían radiación, que hasta entonces era denominada de rayos X. En 1898, la pareja descubrió dos nuevos elementos que presentaban características análogas a la sal de uranio: radio y polonio.
En el año 1899 fue aclarado que la radiación emitida por el elemento utilizado por Becquerel y por la pareja Curie en realidad no eran rayos X y sí rayos gamma, partículas alfa y partículas beta.
Luego vemos que la radiactividad es un fenómeno presentado por elementos radiactivos; éstos, a su vez, tienen exceso de energía a nivel nuclear y resultan inestables. Los elementos inestables, en busca por la estabilidad, terminan por emitir el exceso de energía que en ellos existen en forma de rayos gamma, partículas alfa y partículas beta.
La radioactividad es presentada por elementos radiactivos naturales y artificiales. Los elementos radiactivos naturales se encuentran en la naturaleza y aquellos que son sintéticos no pueden ser encontrados en la naturaleza.