Fenómeno típico del siglo XIX, el imperialismo o neocolonialismo había demarcado el proceso de expansión del capitalismo industrial en Europa. Durante este período, las naciones europeas necesitaron un volumen creciente de materias primas y buscaron la conquista de nuevos mercados de consumo que pudiesen revertir la producción industrial de los países en beneficio. Con esto, las regiones de los continentes africanos y asiáticos comenzaron a ser el objetivo principal de esta demanda de los países industrializados.
A diferencia de la colonización que se desarrolló en la Edad Moderna, los neocolonialistas no estaban recibiendo los géneros tropicales y metales preciosos entre sus mayores preocupaciones. Los colonialistas pretendían transformar la población local en un mercado de consumidores regulares de sus productos y convertirse en proveedor de materias primas que fueron ligadas a la expansión de los sectores industriales más grandes y el desarrollo de nuevas tecnologías que reducen los costos de producción.
Otra diferencia que puede destacarse en la época colonial gira alrededor del papel asumido por los Estados nacionales imperialistas. En la época moderna, los Estados miembros actuaron en espacios coloniales con el claro objetivo de ampliar su riqueza. Ya en la fase imperialista, estos Estados promovían el control político de las regiones colonizadas para que las grandes industrias de la nación pudiesen conducir y beneficiarse con la explotación de las riquezas disponibles.
A fin de que este proyecto fuera viable, tomamos en cuenta que el crecimiento de la población europea tuvo un papel importante. El crecimiento demográfico estimuló a los europeos a desplazarse hasta estas regiones afroasiático en busca de oportunidades económicas. El superávit de las grandes metrópolis del Viejo Mundo terminaba financiando los impuestos y el mantenimiento de contingentes militares que garantizasen la dominación de los lugares colonizados.
Incluso teniendo varias justificativas desde punto de vista económico, la acción imperialista también obtuvo el apoyo en la labor de los intelectuales que defendieron la presencia europea en esos locales. Los ideólogos del neocolonialismo, expusieron que los europeos deberían ocupar Asia y África para que llevasen consigo hábitos, instrumentos e instituciones que mejorasen las condiciones de vidas de aquellos pueblos señalados como primitivos, salvajes y retrasados.
A pesar de la presencia de este discurso desinteresado, la acción imperialista también vino acompañada de conflictos violentos entre los nativos y los pueblos dominantes. En el contexto europeo, debemos también señalar que la controversia sobre estas zonas produjo conflictos políticos y una opulenta carrera armamentista entre las grandes potencias. Por último, las regiones neocoloniales acabó motivando las dos terribles guerras que marcaron el siglo XX.