En la herpetología, la salamandra es un tipo de anfibio ubicados en el Hemisferio Norte y América del Sur. Los antiguos mitos y el folclore le atribuyen el poder de vivir en el fuego y extinguirlo. El mismo nombre de salamandra fue dado a los elementales del fuego por el médico y alquimista Paracelso en su “Tratado de los Espíritus Elementales” en el año 1566. El nombre proviene de la salamandra griego, tal vez derivada de la Sam persa, “fuego” y andarūn, “dentro”.
Las salamandras son anfibios de cuerpo delgado, cola larga y patas cortas. La leyenda de su relación con el incendio parece haberse originado en la tendencia de muchas salamandras para hibernar en troncos podridos. Cuando estos registros se utilizan como estaciones de leña y el fuego, el animal trata de escapar lo que conduce a la creencia de que fue creado por las llamas. Su piel es húmeda y secretan un líquido cuando se ven amenazados por algún agente exterior. Esta secreción tiene como objetivo asustar a los depredadores y es altamente tóxica.
La descripción clásica de la salamandra es de Plinio el Viejo (23-79 d.C), según la cual “es un animal similar en forma al lagarto, con estrellas alrededor de todo el cuerpo, nunca se ve, salvo en las fuertes lluvias y desaparece una vez que el tiempo mejora. La descripción es coherente con las señales amarillas en la salamandra alpina (salamandra atra) y la salamandra común (Salamandra salamandra). Plinio menciona también que se les dio el poder para extinguir el fuego con la frialdad de su cuerpo y toma nota de presuntas propiedades medicinales y venenosas.