Después de plantados y debidamente cultivados, los vegetales son recogidos, sea en parte o enteros, cuando están listos para el consumo. Con eso, el suelo se empobrece gradualmente en nutrientes. Para evitar que tales elementos químicos esenciales se agoten en el suelo, volviéndolo impropio a la agricultura, es necesario que los nutrientes sean repuestos por medio de diversas técnicas de cultivo, entre ellas, la rotación de cultivos.
La rotación de cultivos es una técnica agroecológica en la cual las especies cultivadas son alternadas cada año, en una misma área. El cultivo de una única variedad (monocultivo) en la misma zona explota del suelo apenas los nutrientes esenciales a aquella especie, desequilibrando sus reservas minerales a lo largo del tiempo y reduciendo mucho su capacidad productiva.
Para elegir las especies de un sistema de rotación, es necesario analizar el tipo de suelo de la región y la adaptabilidad de cada variedad. También es necesario tener en cuenta la viabilidad comercial de estas plantas, de modo que se garantice retorno económico con la inversión.
Un ejemplo de una rotación de cultivos es la alternancia de especies leguminosas como el maíz, con no leguminosas, como los frijoles y la soja. Las leguminosas consumen minerales distintos de los necesarios a las no leguminosas, proporcionando una variación de la absorción de nutrientes para cada nuevo ciclo. Este cambio restaura la materia orgánica, equilibra las condiciones bioquímicas y físicas del suelo a medio y largo plazo e impide que el mismo se agote.
Además de las características mejoradas del suelo, la rotación de cultivos también promueve la producción de alimentos más variados, protege contra la acción de diferentes factores climáticos y ayuda a controlar las plagas, enfermedades y malas hierbas, que excluyen el uso de pesticidas. Debido a la diferencia en la estructura de las raíces de cada variedad, el suelo se vuelve más poroso y por tanto más aireado, facilitando la absorción de agua y su infiltración a las capas más profundas.
Las investigaciones muestran que la rotación de maíz con soja, técnica muy común en varios países, hay aumentado la productividad de los cultivos. En comparación con el sistema de siembra continua de esos vegetales, el maíz cultivado después de la soja tuvo un aumento del 5% al 15% de la productividad, mientras el maíz plantado después de la soja tuvo una producción adicional del 9%.
Para aumentar los beneficios aportados por la aplicación de la rotación de cultivos, se deben adoptar otras técnicas agrícolas específicas, tales como, por ejemplo, el encalado, el abono orgánico, el abono verde, el riego adecuado, entre otros.