Ludwig van Beethoven llegó a dedicar una sinfonía a Napoleón, la tercera, bautizándola con el nombre del emperador. Creía que iba a liberar a Alemania de los excesos de la aristocracia y de príncipes. Después de ser coronado como emperador, el músico se decepcionó con él, considerándolo un tirano y decidió retirar su nombre de la sinfonía.