Partes del relieve oceánico © Gobierno de Canarias
Tal como la corteza de la tierra, el fondo del océano está en constante transformación. Ya sea a través de los sedimentos depositados por la acción de las mareas, terremotos o volcanes, el fondo del mar todavía está en transformación.
El fondo del mar se compone de numerosas cadenas montañosas, inmensos agujeros llamados fosas e incluso de mesetas. Se considera, generalmente, el relieve oceánico como la parte de la corteza que está sumergida por los océanos y que es denominada de corteza oceánica.
La corteza oceánica difiere de la corteza continental por tener una densidad más alta y un grosor entre 5 y 15 km, muy poco teniendo en cuenta la profundidad de la corteza continental que puede alcanzar más de 70 km. La menor densidad explica la razón de la corteza continental presentar un relieve positivo en relación al nivel del mar formando las tierras que constituyen los continentes. Otra diferencia la encontramos en la formación de la corteza oceánica compuesta, predominantemente por rocas básicas, plutónicas, sedimentarias, volcánicas y subvolcánicas. Ya la corteza continental es generalmente formada por rocas granitoides silico-aluminosas.
La corteza oceánica, por tanto, se inicia después de los llamados márgenes continentales que constituyen la parte periférica y sumergida de los continentes y son constituidas por la plataforma continental, vertiente continental y rampa continental. Pero algunos estudiosos no coinciden con la denominación de rampa continental alegando que, muchas veces, ella se encuentra sobre la corteza oceánica, formando, por tanto, parte del relieve oceánico y no del continental.
A continuación tenemos los márgenes continentales que, a diferencia de lo esperado, generalmente (sobre todo en el Océano Pacífico) se encuentran en las fosas submarinas, depresiones relativamente inclinadas muy profundas y estrechas. Ellos se encuentran junto a los márgenes de los continentes en regiones de encuentro de placas y están siempre asociados a volcanes activos y a terremotos.
Sin embargo, no siempre encontramos fosas submarinas cerca de los continentes, como es el caso de la costa este de América del Sur bañada por el Océano Atlántica. Allí encontramos una inmensa planicie abisal, como son llamadas las planicies del fondo oceánico que son las más extensas regiones planas del planeta.
Otros tipos de relieve que pueden encontrarse en el fondo oceánico son las colinas abisales, conjunto de montículos que pueden alcanzar hasta 1.000 m. Las montañas submarinas son generalmente volcanes que forman un relieve cónico casi siempre aislado, y pueden llegar a más de 1.000 m, pero nunca llegan a la superficie. Ya la cresta submarina es una cadena montañosa inmensa que llega a 60.000 km de extensión, siendo la cadena montañosa más larga del planeta.
La mayor fosa abisal del planeta de la que se tiene noticia es la Fosa de las Marianas que llega a 11.034 m de profundidad y queda en el Océano Pacífico próximo a las Islas Marianas, en una zona de subducción (lugares donde la convergencia de placas tectónicas hace que una placa deslice por debajo de la otra) entre las placas tectónicas del Pacífico y de las Filipinas.
Ya la dorsal oceánica más famosa, o la que había sido más estudiada, es la Dorsal Mesoatlántica que va desde el Atlántico Norte hasta el extremo sur de África y se aparta a una velocidad de 2,5 centímetros por año. Eso nos lleva a otra cuestión: el relieve oceánico es determinado por el movimiento de las placas tectónicas y el tipo de actividades en sus límites.
Algunas placas se mueven en dirección opuesta (límites divergentes, este es el movimiento que forma la Dorsal Mesoatlántica) causando que el magma ascienda y forme una nueva corteza. En lugares donde el movimiento de las placas en la misma dirección (límites convergentes, movimiento que formó y sigue haciendo más profunda la Fosa de las Marianas) ocurre a partir de una placa entrar debajo de la otra y ser destruida por el calor del magma. Ya en otros lugares, más peculiares, tienen movimientos laterales de las placas, como si una estuviese raspando de lado en la otra (límites transformantes, responsable por la Falla de San Andreas en los Estados Unidos); en estos lugares, la corteza no es creada ni destruida.