La modernización de los embalajes para productos industrializados pasó a representar riesgos para el medio ambiente. Desde la década de 1960 comenzaron los problemas: antes de esa época los embalajes utilizados para sólidos eran papel y cartón, y para los líquidos era lata y vidrio. Con la revolución de los embalajes surgieron los envases de plásticos, que son derivados de polímeros; esos son más usados debido a las ventajas que presentan. Ellos son obtenidos a bajo coste, son impermeables, flexibles y al mismo tiempo son resistentes a impactos. Siendo así, fueron sustituyendo a los antiguos embalajes hasta su uso a gran escala en los días actuales.
El gran problema está en el descarte de envases de plástico, que se realiza a menudo en lugares inadecuados. Durante muchos años estos materiales fueron arrojados en los vertederos, pero el hecho de que no sean biodegradables hace que se acumulen en el ambiente, conservando por muchos años sus propiedades físicas, ya que poseen elevada resistencia. Según estimaciones son necesarios de 100 a 150 años para que los polímeros sean degradados en el ambiente. Con eso, la contaminación causada por los polímeros se hizo preocupación en todo el mundo. Ella puede ocasionar la contaminación de ríos y lagos y consecuentes inundaciones, y también del suelo de un modo general.
Los materiales poliméricos, tales como botellas de PET para refrescos, conllevan problemas ambientales porque son desechables, porque los productos envasados en recipientes de plástico son preferibles para el consumo fuera del ambiente residencial, es decir, en lugares públicos.
La contaminación por polímeros podría ser minimizada con el reciclado de los plásticos o el uso de polímeros biodegradables. En los últimos años, el estudio de este tipo de material ha avanzado para lograr buenos resultados.