Los individuos de la misma especie que viven en una zona determinada forman una población.
En ocasiones la población puede incrementar mucho (superpoblación), por ejemplo, a mediados del siglo XIX, algunos conejos salvajes fueron llevados de Inglaterra hasta Australia para ser utilizados en las cacerías. En Europa, las poblaciones de conejos fueron controladas de forma natural por diversos depredadores y parásitos. En Australia, sin embargo no existían especies que atacasen a los conejos. El resultado es que este animal se reprodujo rápidamente alcanzando un máximo de más de 200 millones de individuos que acabaron destruyendo los cultivos y pastos en Australia. Este caso ilustrativo refleja el peligro de introducir en un nuevo ambiente un organismo no nativo.
Las poblaciones de seres vivos se estudian en particular en la rama de la biología poblacional y genética de poblaciones, materias de la ecología.
Una especie puede incluir una o más poblaciones separadas. Una población puede consistir en sólo unos pocos individuos o millones de ellos, ya que esos individuos producen descendencia. Un grupo que no se puede reproducir no constituye una población. Así, por ejemplo, si todas las especies de un conjunto son machos no se puede considerar una población.
Aunque los individuos de una población puedan estar limitados a reproducirse entre ellos debido al asilamiento físico, biológicamente pueden reproducirse con otros miembros de su especie o sub-especie.
La densidad poblacional corresponde al número de individuos por unidad de área. La capacidad máxima de un área geográfica es la población máxima que el área puede soportar debidamente.