El perfume mantiene su existencia desde la Edad Antigua. La primera fórmula conocida de perfume se remonta a tiempos de las Sagradas Escrituras, y sucede debido a una misión que Dios entrega a Moisés. Según el pasaje bíblico, Dios encomienda la producción de un incienso perfumado.
Durante la Edad Media, los árabes comenzaron a producir perfumes para uso personal y medicinal. El perfume se asentaría en Europa en el siglo XII con las Cruzadas. En el año 1370, se origina el primer perfume alcohólico, producido especialmente para la reina Elizabeth, de Hungría.
Ya en la Edad Moderna, hacia el año 1600, se da el surgimiento de los primeros perfumes europeos. El perfume gana connotaciones de suntuosidad y sinónimo de nobleza, pues solamente los reyes, las reinas y los miembros de la corte podrían utilizarlo.
En la Edad Contemporánea, coincidiendo con el mercado de consumo, surgen los primeros establecimientos dedicados a la comercialización de los perfumes: las perfumerías. Es entonces cuando el perfume deja de ser exclusividad de unos pocos permitiendo su acceso a todas las clases sociales y convirtiéndose en parte de las costumbres de higiene en diferentes culturas.