Los tsunamis son una consecuencia de los terremotos. Los tsunamis no se originan en el viento, sino en la actividad sísmica submarina.
Son causados por terremotos y erupciones volcánicas que se producen en las fosas oceánicas y las islas. Los tsunamis o maremotos causan una ligera inclinación de la superficie bien situado sobre la superficie del mar que origina la formación de ondas a lo largo de varias decenas de kilómetros. Esas ondas son prácticamente invisibles en mar abierto.
Los tsunamis atraviesan el océano en unas pocas horas. En 1960 un terremoto sacudió el sur de Chile. Menos de 24 horas más tarde, al otro lado del mundo, el terremoto causó un tsunami que devastó las costas de Japón.
En 1883 la explosión del Krakatoa, en Indonesia, desencadenó en las costas de Java y las islas vecinas olas temibles, con 30 metros de altura. También en el Océano Atlántico sucedieron violentos maremotos como el de 1755, que destruyó la ciudad de Lisboa.
Las olas del mar generadas por eventos geológicos catastróficos en las regiones oceánicas, tales como terremotos de fuerte magnitud con ruptura superficial, las erupciones volcánicas y los movimientos de masa (deslizamientos) submarinos, son actualmente designados por tsunamis.
Los tsunamis del Pacífico son generados por terremotos desarrollados a menudo en las zonas de subducción de las placas tectónicas, extendiéndose a lo largo de la cuenca del océano.
Sabiendo que la pérdida de energía está inversamente relacionada con la longitud de onda, los tsunamis no se propagan a alta velocidad como se pueden propagar a través de distancias muy grandes (transoceánicas) apenas con pequeñas pérdidas de energía.
En las costas de Europa, a pesar de que la presencia de maremotos es mucho menos frecuente, los tsunamis son, desde tiempos antiguos, uno de los temores de las poblaciones costeras, dando lugar a diversas interpretaciones, leyendas e historias. En el caso del Mediterráneo, los casos más devastadores fueron los del tsunami provocado por la erupción volcánica de la isla de Santorini, en Grecia, cerca del año 1400 a.C., que condujo a la desaparición de la civilización minoica, y del tsunami generado por el sismo submarino de Creta, el 21 de julio del 35 d.C.
A pesar de la baja tasa de ocurrencia de tsunamis catastróficos a lo largo de las costas europeas, las consecuencias pueden ser tan dramáticas que la probabilidad de que estos eventos deben ser considerados en cualquier intervención en riesgos geológicos en zonas costeras.