Los fenicios eran pueblos semitas. Estas personas vivían en una franja de tierra a lo largo de la costa oriental del Mediterráneo. Delimitaban su territorio la cordillera de Líbano, al este; el río Monte Carmelo, al sur; y el río Orontes, al norte. Hoy esa área forma parte del Líbano y de Siria. La Fenicia poseía un limitado espacio territorial, pero era recompensada por la naturaleza de su costa, preservada por altos y escarpados peñascos que, en algunos puntos, servían como puertos, debido a que, por su privilegiada situación geográfica, la Fenicia era un país dedicado al mar.
El suelo de la región era árido y en virtud de su pequeña extensión de tierra los fenicios se dedicaron muy poco a la agricultura; sin embargo, las montañas del Líbano, que circundaban la Fenicia y que servían de defensa contra posibles pueblos invasores procedentes del interior, honraban a esos pueblos con grandes riquezas naturales como el cubre, el cedro y materiales resinosos que allí existían.
Estos productos – el cobre, el cedro, el ámbar (resina fósil) – servían para construir barcos. Como consecuencia de ello, los pueblos fenicios desarrollaron el arte de construir barcos y el arte de la navegación y fijaron sus núcleos urbanos en la costa, gracias al surgimiento de un activo comercio marítimo. Las principales ciudades fenicias fueron Biblos, Sidón, Tiro y Ugarit.
A través de las técnicas de navegación, los fenicios exploraron todo el Mediterráneo, manteniendo durante mucho tiempo relaciones comerciales amistosas con las Islas de Chipre, Creta, Sicilia, Córcega, Cerdeña y Egipto, alcanzando el Atlántico. Eran pueblos sabios y negociadores natos. Como todavía no existía la brújula, su sistema de orientación tenía como referencia el mismo Sol, la Luna y las estrellas. Dominaban la metalurgia, fabricando armas de bronce, joyas de oro y de plata, estatuas religiosas, vidrios coloridos y produciendo tintes para tejidos.
El pueblo fenicio fue uno de los mayores comerciantes de esclavos de la antigüedad. Practicaron la piratería, saquearon otros buques y vendían toda su tripulación como esclava, encarcelaban a algunos fregueses, vendían mujeres y niños. Esos pueblos, llamados de pueblos del mar, dejaron una gran herencia cultural para el mundo: el alfabeto.