Rusia estuvo casi siempre distanciada de los acontecimientos centrales de Europa Occidental. En el siglo XVIII, algunos monarcas intentaron sacar Rusia de su aislamiento. La Revolución Francesa, las campañas napoleónicas y la política de restauración hicieron que Rusia comenzase a pasar de un país una mayor participación para un país aislado. El reinado de Nicolás I (1825 a 1855) se caracterizó por ese aislamiento. Sin embargo, una serie de contradicciones obligaría a Rusia a modernizarse. Esta era la situación general del país en la segunda mitad del siglo XIX:
- La sociedad se componía de una nobleza dominante políticamente, los boyados; de una gran masa de campesinos siervos, los mujiks (60 millones); y de una débil burguesía teniendo pocas condiciones de desarrollar sus actividades.
- La política estaba concentrada en las manos de la nobleza y principalmente en las manos del zar, que era el Emperador de Rusia.
- El poder era absolutista y no permitía contestación al régimen. Incluso así, grupos de trabajadores e intelectuales realizaban oposición al zarismo y se organizaban.
- La economía dependía casi exclusivamente de las actividades agrarias y de la cría de ganado.
Cuando en 1855 subió al trono imperial Alejandro II, Rusia ingresó en actividades modernizadoras. Una de las primeras medidas en ser adoptadas por el zar Alejandro II fue abolir la servidumbre en el año 1861.
A continuación comenzó a incentivar actividades industriales, buscando apoyo de capitales extranjeros, principalmente franceses. Y por ese periodo fue que Rusia se lanza sobre la región del mar Negro a través de los Balcanes, buscando una salida hacia el Mediterráneo.
Esa serie de reformas modernizadoras hizo que creciese una clase trabajadora obrera y aumentase la posición política al zar, que muere de víctima de un atentado practicado por un grupo político radical. Ese hecho desencadena una ola de represión y el fin de la política reformista. Sin embargo, Rusia, queriendo proseguir en su política expansionista, tal como las potencias europeas, comienza a construir una red ferroviaria que atraviesa todo su territorio hasta Asia, en frente de Japón.
Continuando su expansión en dirección a Corea, choca con los intereses del expansionismo japonés, cuyo resultado es la Guerra Ruso-Japonesa, en 1905, donde ella es derrotada por Japón. Para la población de Rusia, dicha derrota probó que el régimen zarista estaba yendo para su decadencia. Así, pueblo, soldados y campesinos se rebelaron en la llamada Revolución de 1905, que puede ser considerado como un ensayo de la Revolución de 1917.