En el año 3000 a.C, las primeras ciudades surgen como una forma de población diferenciada. El tamaño de la ciudad y el tipo de trabajo de los habitantes que la conformaban se volvió destacado entre el resto de poblados, pues no solamente ejercieron funciones agrícolas sino también roles en administración, artesanía, comercio y seguridad.
Poco después, en 2500 a. C., surge en la región de Mesopotamia -hoy Irak- las ciudades de Babilonia y Ur, cerca del río Tigris y el Eufrates. Esta cercanía entre la ciudad y el río se debieron a la necesidad de la gente para obtener de riego y tierra fértil suficiente para la siembra y el abastecimiento de la población. En ese momento, las ciudades eran pequeñas y poco pobladas, pero rápidamente crecieron y alcanzaron a un gran número de habitantes.
En la Edad Media se produjeron cambios importantes en el sistema político y económico de las ciudades, conocido como feudalismo. El feudalismo comenzó un proceso de regresión en las ciudades, porque ya era una política auto-sostenible. Los habitantes de la Edad Media regresaron al campo a producir sus propios alimentos, lo que redujo el intercambio comercial de bienes y la importancia de la urbanización, y resultó en el abandono las ciudades actuales que estaban en construcción.
A principios del siglo XIII, las ciudades se poblaron de nuevo, gracias a la reanudación del comercio y el declive del feudalismo. En el siglo XIV, las ciudades se construyeron con gran intensidad. El capitalismo comenzó a tomar sus primeros contornos causando grandes cambios en la política, la cultura y la sociedad.
En las ciudades el capitalismo empezó a cobrar gran importancia, especialmente en torno al comercio que tuvo como objetivo el intercambio de bienes y la acumulación de capital. Este intercambio de bienes no era más que la compra y venta, ya que en este periodo ya no fue necesario el intercambio de productos sino que éstos fueron vendidos a precios superiores a lo que se consideraba justo para la obtención de beneficios. Las ciudades también recuperaron el poder y se volvieron a centralizar creando grandes centros urbanos.
En el siglo XVIII con la Revolución Industrial, se produjo un gran impulso en la urbanización de las ciudades. Dentro de las ciudades se desempeñaban trabajos en la administración política, la religión, la seguridad, el turismo, el puerto, la industria y otras áreas. Al final de este siglo se pusieron de relieve las ciudades industriales y su interconexión, favoreciendo un mayor crecimiento de la población y el capital.
Un gran ejemplo de crecimiento en relación con el capitalismo industrial es la ciudad de Londres, que se convirtió en más poblada que Bristol, la segunda ciudad más grande de la época.
En el siglo XIX, las ciudades habían llegado a su pico de población, que ya eran conocidos como metrópolis y megalópolis. Las metrópolis fueron aquellas que llegaron a su límite de crecimiento y que empezaron a estar vinculado a otras ciudades, mientras que las llamadas megalópolis eran las que estaban conectadas a dos o más ciudades.