En Francia, el poder real progresaba lenta pero constantemente durante todo el siglo XVI. Las guerras religiosas, que sacudieron el país a finales del siglo XVI y principios del siglo XVII, desaceleró el avance del absolutismo. Pero, en la segunda mitad del siglo XVII, con el absolutismo de Luis XIV ya estaba perfectamente configurado.
Alrededor de 1520 comenzaron a aparecer en París los primeros protestantes, que poco a poco fueron ganando nuevos adeptos. Algunos fueron atraídos por el reformismo, otros irritados por la persecución y todos –especialmente los nobles– preocupados con el aumento de las prerrogativas del rey, La burguesía y la nobleza van siendo convertidos al nuevo culto. Esa oposición a la centralización y al avance creciente del poder real dio a la lucha religiosa en Francia un marcado carácter político.Con Francisco II de Francia (1559-1560), el poder fue ejercido prácticamente por la familia de los duques de Guisa en virtud a la apertura del rey. Los manifestantes trataron de atraer al rey hacia su partido –de los hugonotes– en una conspiración llamada Ambiose. La reacción de los católicos, encabezados por Antonio de Guisa, fue violenta, masacrando a un grupo de protestantes que celebraban su culto en Vassy. A partir de ese momento la guerra entre católicos y protestantes se convirtió en incontrolable, caracterizada como un generalizado conflicto, aunque irregular e intermitente.
Carlos IX asciende al trono como un niño y su ascensión complica aún más la situación en Francia. La reina madre, Catalina de Médici, regente de su hijo, concedió en 1570 –por el Edicto de Saint-Germain– el derecho de los protestantes para celebrar su culto en los suburbios. La tregua benefició a los protestantes, que con el enlace de un príncipe de la casa real de Borbón con la reina protestante del Reino de Navarra, conquistaron condiciones para que el heredero Enrique de Navarra, educado como protestante, llegase al trono.
Dos años después de la muerte de Carlos IX, su hermano Enrique III asume el trono comenzando la disputa que sería conocida como la ‘Guerra de los Tres Enriques’. Enrique I de Guisa, mucho más preocupado en conquistar la corona que en defender la fe, fundó con los líderes católicos frances la Liga Católica, y pasó a ejercer, junto a Catalina de Médici, fuerte presión sobre el rey Enrique III. El soberano ordenó asesinar a Enrique de Guisa y fue depuesto por la Liga. Se alió enseguida con el protestante Enrique de Navarra y cercó París. Durante el cerco, en 1589, Enrique III fue su asesinado y su heredero legal terminó siendo Enrique Navarra, a quien Enrique III designaría su sucesor. Enrique de Navarra asumió el trono como Enrique IV, después de repudiar el protestantismo: ‘París bien vale una misa’, expresión que entró a formar parte de la historia.
En el poder, Enrique IV comenzó la dinastía de la Casa Borbón que sustituyó a la de Valois, reina de Francia desde la Edad Media. Después de la consolidación de las provincias, que se había centrado la residencia de la Liga, Enrique IV inició la expulsión de los españoles, logrando en 1598 la afirmación de un tratado de paz con el rey Felipe –el Tratado de Vervins. Para apaciguar a los católicos y los protestantes de ese año, el soberano promulgó el Edicto de Nantes, por el cual se dio la libertad de culto a los protestantes, así como el derecho a retener algunas plazas de guerra para su defensa.
Enrique IV fue asesinado por un fanático en 1610. Louis XIII ascendió al trono, y también tenía a su madre como regente.
La persecución termina con la captura de la fortaleza de La Rochelle, donde los protestantes se habían refugiado, y, derrotado, perdió sus derechos políticos y militares. Sólo conservaría su libertad para adorar. Externamente, pretendía aumentar el poder de Francia llegando a intervenir en la guerra de los Treinta Años (1618-1648) para garantizar los intereses de Francia en Europa.
Richelieu murió en 1642 y Louis XIII, el año siguiente. Los aumentos de impuestos decretados por la regencia crearon una insurrección de la burguesía y la nobleza. Las revueltas disminuyeron el poder real e colapsaron Francia.
En el terreno social, Louis XIV promovió el ascenso de la burguesía, con la contratación de algunos de sus ministros como Colbert y potenciando la industrialización. Para controlar a la nobleza, la acercó a la corte ofreciendo lujo, fiestas y pensiones. El Palacio de Versalles pasó a acoger a unas 6000 personas.
En 1685, redefiniendo la política religiosa en Francia, el ‘Rey Sol’ abolió totalmente el Edicto de Nantes, lo que determinó una gran evasión de impuestos llevando a los protestantes a abandonar el país.
Con su muerte, en 1715, llega a su fin su largo gobierno, y al mismo tiempo, el fin de la supremacía francesa en Europa. Se iniciaba la fase de hegemonía de Inglaterra.