La arquitectura romana tuvo un carácter pragmático, que prioriza las funciones a la estética de las obras. Se interesaron por la grandiosidad, con obras duraderas y de grandes superficies. Sus artistas eran más considerados como arquitectos e ingenieros y su obra formaba parte del poder y el urbanismo de las ciudades al servicio de los valores culturales y políticos de esta poderosa civilización.