La tradición del cristianismo sembraría una dominancia de la fe que coexistiría con la razón en diferentes relaciones para explicar racionalmente el conocimiento. La imposición dominante de la doctrina impondría numerosos conflictos en la conciliación de razón y fé, llevando al misticismo y a explicaciones que fueran en consonancia con los valores dogmáticos de la religión cristiana.