Si el siglo XX dio lugar a la era de la guerra total, como afirmó el historiador británico Eric Hobsbawm, el siglo XXI inaugura la era de la inseguridad y de la eminencia mundial de la nueva ola de guerras. Este temor sobre la posibilidad de un nuevo conflicto comienza con la simbólica fecha del 11 de septiembre de 2001, con Osama Bin Laden y su atentado terrorista a las torres gemelas del World Trade Center a través de la facción paramilitar Al Qaeda. De esa forma, el primer año del tercer milenio comenzó con una gran catástrofe en que el miedo trajo inestabilidad en la defensa por la paz mundial.
Las relaciones entre los Estados se han vuelto más complejas desde los atentados terroristas en Estados Unidos, y la tensión militar adquirió fuerza en los últimos años. Esta inestabilidad entre las naciones se ejemplifica, por ejemplo, en la política nuclear de Irán, que haciendo caso omiso de las medidas de seguridad invierte fuertemente en la producción de armas nucleares, con la justificación de que esta producción se utilizará exclusivamente para fines pacíficos. Sin embargo, hay una inseguridad entre varios países, principalmente desde Occidente, de que esa justificación iraní sea cubierta de intereses para una supuesta guerra nuclear.
En esta época de incertidumbre se destaca el ataque a la capital de Noruega, Oslo, realizado por un empresario que motivado por ideologías nacionalistas causó la muerte de al menos 76 personas. Anders Behring Breivik, autor de esta violencia, adoptó un discurso fundamentalista en su juicio, basándose en ideas que van contra la diversidad cultural y religiosa en su país, especialmente en lo referente a los ciudadanos musulmanes.
Otras tensiones están ocurriendo hoy en día, como los conflictos entre los países árabes que representan las diferencias políticas y religiosas históricamente. La división del mundo islámico en dos perspectivas – sunitas y chiitas — puede ser entendida como uno de los desacuerdos que contribuye a la diferencia entre gobierno y población. Un ejemplo de estas diferencias de carácter religioso son las manifestaciones en Siria contra el gobierno de Bashar al-Asad, que, siendo miembro chiita, lleve a cabo persecuciones contra los musulmanes sunitas.
Los conflictos civiles también han ganado fuerza en los últimos años. La historia de África del norte demuestra que una gran parte del continente tiene su identidad construida por el sufrimiento y las prácticas coloniales que impedían el crecimiento de la región. El resultado de esta herencia colonial es caótico para la población civil que, a través de reivindicaciones, intenta suprimir la falta de libertad y democracia, como la resistencia civil en Libia, que derrocó al dictador Muammar Gaddafi, en el poder desde 1969. Otras tensiones motivadas por razones socioeconómicas surgen en otros nuevos países, llegando a la escala de numerosas muertes y un fuerte totalitarismo represivo por parte del Estado. Un ejemplo más reciente sucede en la actual Venezuela, cuyas fuerzas políticas han provocado victimas mortales y represión a la oposición del actual gobierno de Nicolás Maduro.
