Al provocar una ruptura entre logos y mythos (razón y mito), la cultura occidental había generado un evento desconocido en otras culturas: el conflicto entre la fe y la razón. Porque para el alma religiosa, hay un Dios, sin embargo, para la razón, uno debe probar la existencia de la divinidad para actuar con coherencia. Para los religiosos, Dios es un alcalde, bueno y misericordioso, que sólo castiga a los malos y premia a los buenos. Por la razón, Dios es una sustancia infinita, pero debemos demostrar que su esencia consiste en una inteligencia y un ser omnipotente u omnisciente.
La espiritualidad de Dios para el creyente, no es incompatible con la presencia de Dios para ver físicamente y actuar en el mundo haciendo milagros como prueba de su existencia. En cuanto a la razón, la persona debe demostrar que es posible una acción racional de la mente sobre la materia y por qué, siendo Dios omnisciente, realizando milagros, suspendería el orden que él mismo había establecido.
La peculiaridad de la cultura occidental racional ha afectado a la religión y a la fe. Para competir con la razón y suplantar a ella, la religión tenía que ofrecer de forma racional las pruebas, las teorías, conceptos, teorías que demostrasen su verdad. Este conjunto de intenciones se convirtió en la teología, la ciencia acerca de Dios.
La teología transformó los textos de historia sagrada en la doctrina, algo que ninguna otra religión había hecho con anterioridad. A pesar de todas las transformaciones que la religión había tenido hasta hoy, hay cosas que nunca se han demostrado de forma racional, que siempre van a generar preguntas, escepticismo e intolerancia. Filosofía y ciencia acusan a la religión del dogmatismo, el atraso, la superstición y la intolerancia. Por su parte, la religión acusa a la razón y a la ciencia de ateísmo y herejía contra sus ideales.