La cera que retiramos de la oreja es producida por las glándulas ceruminosas que se encuentran en la parte exterior del oído. Estos tienen la función de proteger la piel del conducto auditivo que es bastante delgado y frágil contra posibles microorganismos, polvo y partículas de arena.
También conocido como cerumen, la cera se compone de aceites, grasas y enzimas. Contrariamente a la creencia popular, la cera solo debe ser retirada cuando puede ser visualizada en la oreja, es decir, cuando es expulsada por el oído. Infelizmente, aprendemos desde pequeños a limpiar el oído con bastoncillos de algodón, lo que es equivocado de hacerse, principalmente cuando el varilla es introducida por el canal, pues ese mal hábito empuja la cera ya expulsada y todavía puede perforar el tímpano y provocar problemas auditivos. La cera, cuando está llena de polvo de arena y polvo, se seca dentro de la oreja y se suelta con facilidad, haciendo la limpieza más fácil.
Cuando una persona empuja la cera de regreso al canal auditivo o todavía cuando la cera queda acumulada dentro del canal, es necesario que un especialista realice la eliminación de la misma utilizado los métodos apropiados para cada caso, como lavado, aspiraciones o incluso removiendo con instrumental adecuado.
Correctamente, la limpieza debe realizarse superficialmente y sólo en la parte externa de la oreja y en el oído. Si hay un accidente y se produce la perforación del tímpano, se debe acudir al doctor inmediatamente para hacer el tratamiento tan pronto como sea posible, a fin de prevenir la aparición de infecciones.