El nuevo cine alemán

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Cine aleman

Algún tiempo tras la aparición de la nouvelle vague francesa, se manifiesta en Alemania un conjunto de cineastas jóvenes que compartían un punto de vista crítico sobre la sociedad de su tiempo, negando de plano el complaciente materialismo burgués. Werner Herzog, uno de sus representantes más tradicionales, haría, a través de paisajes sobrecogedores y personajes exóticos, una reflexión sobre la vida en circunstancias difíciles y peligrosas, como en su cinta más conocida, Aguirre, la cólera de Dios (1972), sobre el conquistador español Lope de Aguirre, que en el siglo XVI y en pleno Amazonas se manifestó rebelde al monarca Felipe II, pretendiendo, perdido y famélico, dominar un continente entero. Wim Wenders, por otro lado, ha tratado sobre la alienación y la autorrealización, como en El amigo americano (1977), París, Texas (1984) o Cielo sobre Berlín (1987), en cintas que exhiben igualmente su interés por la cultura americano. De una descendencia ulterior es la directora Doris Dörrie, autora de comedias como la popular Hombres, hombres… (1985), que tiene como tema central el combate de sexos, y Sabiduría garantizada (2000).

Pero el más prolífico (38 largometrajes) y el más destacado de estos cineastas, pese a su temprana evanescencia en el momento en que sólo tenía 36 años, fue Rainer Werner Fassbinder, que condujo el cine germánico al nivel de los mejores cines europeos, realizando, en sólo 12 años, desde el cine más clásico y accesible para el gran público, como Lili Marlen (1981), hasta el más experimental y generador, como Querelle (1982), pasando por sus cuadros sobre la Alemania de la posguerra con El casamiento de María Braun (1978), Las amargas lágrimas de Petra von Kant (1972) o Todos nos llamamos Alí (1973), emotiva reflexión sobre el racismo. En todas sus cintas trató asuntos de implacable actualidad, como la alienación, el consumismo, la disparidad financiera, la colonización cultural y el racismo o la opresión política.