Epicuro nació en la isla de Samos en el año 342-341 a.C., y falleció en Atenas en el 271-270 a.C. De padres atenienses, sentía principal predilección por la filosofía desde temprana edad. Para el historiador Diógenes Laercio, en cuya obra se pueden encontrar los principales datos disponibles de Epicuro, su interés por el saber se inició en plena adolescencia.
Todavía joven, Epicuro se trasladó de Samos a Teos, donde estudió con un discípulo de Demócrito. El cambio para Atenas se produjo en el 323. C. En esta época pudo haber escuchado de Jenócrates, sucesor de Platón en la Academia. Enseguida, viajó probablemente durante años, habiendo enseñado en Mitilene y Lampsaco. Allí permaneció con diferentes amigos y fundó la escuela que dirigió hasta sus últimos días.
En oposición a la Academia y el Liceo, herencia platónica y aristotélica que dominó la vida cultural de su tiempo en Grecia, Epicuro fue en contra del prestigio de ambas escuelas, buscando una filosofía práctica, esencialmente moral, y que correspondiese a las necesidades de sus contemporáneos para los cuales la desunión de la ciudad-Estado desencadenaba una crisis de civilización.
Preocupado por la falta de adecuación de los sistemas filosóficos tradicionales en relación a los cambios políticos y culturales que se desarrollaban, Epicuro no propone una cultura distinta, sino un modo de ver y estar en el mundo y de vivir la vida.
Reanudando las contribuciones anteriores y, en particular, la de Demócrito, Epicuro instaura un todo coherente, que tiene por objeto primario la felicidad del ser humano. La filosofía epicureista, por tanto, tiene el objetivo de satisfacer al propio individuo en el mundo en que vive. Esta felicidad fue malinterpretada por sus contemporáneos y colegas de filosofía, siendo tomada como una exagerada exaltación del cuerpo y de los sentidos que del espíritu y su cultura.
Según Epicuro, los mayores obstáculos para la felicidad humana eran el miedo a la muerte y el miedo de la ira divina, pero pueden ser eliminados gracias al conocimiento de la naturaleza. La ética de Epicuro afirma que los hombres pueden alcanzar su felicidad fácilmente, pues la felicidad es entendida como la ausencia de dolor físico y estado de ánimo libre de cualquier perturbación o deseo. De esta manera, para Epicuro, se identifica con un placer estable, que los griegos denominaban de ataraxia.
Aunque Diógenes Laercio atribuya a Epicuro alrededor de trescientos volúmenes de trabajos escritos, casi todos de ese legado se ha perdido, dejando sólo tres cartas: una sobre la física; la segunda, sobre meteorología y astronomía; la tercera sobre la ética. Además, existe un recopilatorio de frases morales y una colección de proverbios formada por 81 máximas y descubierta en la forma manuscrita en la Biblioteca del Vaticano en 1888.
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