Los primeros años del siglo XXI ha estado marcados por profundos problemas políticos y culturales. Uno de los temas centrales de esta problemática es el multiculturalismo, un pensamiento ultraconservador intolerante a las diferencias culturales y que persigue a varias personas en virtud de la nacionalidad y su opción religiosa.
Una demostración histórica reciente sobre la intolerancia religiosa que vulneró los derechos humanos sucedió en la capital de Noruega, Oslo. Anders Behring Breivk, empresario de 32 años de edad, perpetró un doble atentado que mató a 76 personas el 22 de julio de 2011. El primer atentado sucedía con la explosión de un coche bomba colocado en frente al complejo gubernamental de la capital noruega. El segundo ataque ocurrió con la invasión de un campamento en la isla de Utøya, situada en el lago Tyrifjorden, donde varios jóvenes fueron asesinados por Anders.
Los motivos que llevaron a Anders Behring a cometer estos asesinatos fueron de naturaleza político-ideológica. Tras ser detenido, Anders fue el juicio y en su confesión en el tribunal, divulgada en un video transmitido por internet, quedó evidente su concepción de extrema derecha que es contra el proceso de mestizaje de la comunidad europea. La intención de él y de los militantes ultraderechistas es la de impedir el avance de inmigrante para los países europeos, en especial los musulmanes.
Behring, apoyándose en su conservadurismo cultural, escribió un manifiesto de 1500 páginas y lo publicó en internet para mostrar a la comunidad europea su descontento con el flujo de inmigrantes islámicos en Noruega. El conservadurismo cultural, la defensa de los valores cristianos y el miedo de la desaparición de la cultura y la identidad europea eran las características más prominentes en su discurso.
El miedo a la islamización de Europa llevó al autor de los ataques a practicar lo que él llamó una nueva cruzada del siglo XXI, con el fin de impedir el avance del multiculturalismo. La intención de su teoría fue, sobre todo, para construir una sociedad sin crisol en el que prevalecería la supremacía europea sobre otras culturas.