En 1945, la Segunda Guerra Mundial terminó, marcando el comienzo de la llamada Guerra Fría. Este nuevo conflicto tuvo como protagonistas a dos grandes potenciales internacionales: Estados Unidos (EE.UU.) y la a Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Las diferencias de ambas superpotencias trascendían el enfoque político e ideológico.
Por más de cuatro décadas (1945-1991), ambos países se enfrentaron en una batalla por la búsqueda de la hegemonía mundial. El gran ganador fue Estados Unidos. Ellos destinaron fondos para algunos países para su reestructuración, proporcionaron armas durante conflictos separatistas, intervinieron en la política exterior, entre otras tareas. Para ampliar sus áreas de influencia, sin embargo, tenían que demostrar la superioridad en varios sectores, un hecho que marcaría los acontecimientos históricos de la época.
Estados Unidos y la Unión Soviética habían realizado importantes inversiones en tecnología, destinadas principalmente a la industria de defensa. Este hecho fue caracterizado como la carrera armamentista. El mundo se dividió en dos bloques, el capitalista y el socialista. Se temía una posible guerra entre ambos países, pues eran (y siguen siendo) poseedores de una gran cantidad de armas nucleares.
Además de los gastos armamentísticos, los EE.UU. y la Unión Soviética también invirtieron fuertemente en la investigación relacionada con el conocimiento del espacio exterior, con énfasis en la explotación de nuestro satélite natural, la Luna. En esa rivalidad, comenzó la carrera espacial, en el cual el país que tuviera mejores resultados podría determinar la supremacía sobre el otro.
En 1957, la Unión Soviética se adelantó a la conquista del espacio. En octubre de ese año, el país lanzó al espacio el primer satélite artificial, llamado Sputnik. Sin embargo, la URSS no pudo contenerse, y en noviembre del mismo año, enviaría al primer ser vivo al espacio, la perra Laika, a bordo del Sputnik 2. Sería un viaje sin retorno que condenaría a muerte al canino. Laika moriría probablemente por el estrés sufrido y el sobrecalentamiento de la nave.
Por el contrario, los Estados Unidos en 1958, puso en marcha el satélite artificial Explorer I, llevando a la investigación de varios dispositivos. Al año siguiente, la URSS tenía un gran avance en su investigación, creando el proyecto Luna, que proporcionó la obtención de imagenes de la superficie lunar.
Otro gran avance en la carrera espacial soviética se dio en abril de 1961. En esta ocasión, se realizó el primer vuelo tripulado por un ser humano. A bordo de la nave espacial Vostok, el cosmonauta Yuri Gagarin tuvo el privilegio de orbitar la Tierra y pasar a la historia como el primer humano en alcanzar tal hazaña y por su famosa frase: “La Tierra es azul”.
Los Estados Unidos, al ver que estaban quedándose atrás, invirtieron aún más en el espacio del proyecto. El resultado se logró en 1962, cuando el astronauta John Glenn voló alrededor de la Tierra. A medida que la investigación progresaba, los objetivos se hicieron más complejos. La NASA (la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio) realizó una hazaña que iba a revolucionar la carrera espacial con el objetivo de llegar a la Luna.
El 20 de julio de 1969, los astronautas norteamericanos Edwin Aldrin Jr., Neil Armstrong y Michael Collins, la tripulación de la nave espacial Apolo XI, llegaron a la superficie lunar. Este logro fue transmitido en la televisión y se caracterizó por las siguientes palabras de Neil Armstrong: “Este es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad”.
Después de esta proeza, la tensión entre estos dos países ha ido disminuyendo y, en 1975, los soviéticos y los estadounidenses llegaron a intercambiar información sobre la exploración del espacio. Este hecho, además de la reducción de los gastos asignados a la investigación espacial y la fragmentación de la Unión Soviética, marcó el fin de la conquista por el espacio.