El vino es una bebida alcohólica que se elabora a partir de la fermentación del jugo de uva. Puede tener beneficios para la salud, pero si se bebe en exceso puede ser peligroso. El vino se obtiene triturando y presionando la uva. El jugo obtenido se sella en depósitos con levadura y dióxido de azufre para eliminar los organismos nocivos. La fermentación puede tardar varias semanas y luego el vino se deposita en barricas de madera o materiales más modernos para una segunda fase de fermentación.
Antes de que esté completamente madurado, se embotella. El vino se puede dividir en diferentes tipos: blanco, tinto, rosado, espumoso y fortificado. El blanco y el rojo se pueden subdividir en verde y maduro. El vino tinto procede de uvas tintas o colorantes, mientras que el vino blanco procede de uvas blancas y tintas, siempre que la piel no se mezcle con el mosto. El vino rosado se puede obtener mezclando el tinto con el blanco o reduciendo la maceración, es decir, el tiempo de contacto entre el mosto y los hollejos. El efecto espumoso (del vino champagne, por ejemplo) se obtiene mediante una segunda fermentación, que se puede realizar tanto en botella como en depósitos adecuados. La introducción de dióxido de carbono en el líquido da lugar a burbujas.
Para obtener un vino fortificado la fermentación se interrumpe con la adición de brandy. Según el momento de la interrupción y el tipo de uva, el dulzor del vino varía. Francia es el mayor productor de vino del mundo, seguida de Italia y España. Es prácticamente imposible fechar la invención del vino, principalmente porque comenzó a fabricarse antes de que apareciera la escritura. Los primeros registros alusivos al vino proceden del Antiguo Egipto y datan de entre el 3000 y el 1000 a.C.
En pinturas y documentos se hace referencia al proceso de elaboración del vino y al uso de la bebida. Durante este período, Egipto, a través de los fenicios, exportó vino a la Europa mediterránea, África central y Asia. Una de las regiones donde el vino se hizo bastante popular, a partir del 1000 aC, fue Grecia, desde donde se extendió a Italia y Francia. Mientras tanto, el vino también llegó a Roma, que luego lo difundió por las tierras de su imperio, es decir, en la Galia, actual Francia. Tras la caída del Imperio Romano, Europa entró en crisis y la calidad del vino decayó, reapareciendo con el fortalecimiento de la Iglesia Católica, dueña de extensos viñedos. Fue durante este período que aparecieron variaciones de vino, además del tinto ordinario. No fue hasta finales del siglo XVII, con el desarrollo de la botella y el tapón de corcho, que el vino se consumió en su forma madura. Con la Revolución Industrial en el siglo XVIII, el vino en general perdió calidad porque se producía en masa. La calidad se restauró en el siglo XX con los avances en tecnología y genética. En Portugal, se cree que la vid comenzó a cultivarse alrededor del año 2000 a. C. a., en la zona del Tajo y Valle del Sado, por los tartessos. Cuando los romanos pasaron por la Península Ibérica, se desarrolló la vinificación, y más aún cuando el cristianismo se expandió, es decir, porque era obligatorio consumir vino en masa.
