En la Baja Edad Media, el desarrollo comercial europeo allanó el camino para nuevas posibilidades estéticas. Las iglesias, por ser un bastión importante de los representantes del pueblo y el clero de la época, fueron tomadas por nuevas técnicas de construcción que marcaron la aparición del estilo gótico. En general, los edificios eran muy ricos y detallados, demostrando todo el progreso técnico y el material que el renacimiento comercial había proporcionado.
Uno de los elementos decorativos más llamativos que aparecen en estas iglesias son las vidrieras, la formación de grandes ventanales con colores que a menudo tenían diseños geométricos o representados con un santo o un pasaje en el texto bíblico. En este punto, hay que destacar que las ventanas había permitido el desarrollo de un juego vibrante de luz formada por la combinación de piezas de vidrio de varios colores.
Fabricación de una vidriera
Para obtener una vidriera, el artesano de la época tenía que realizar el proceso de coloración de la pieza. Habitualmente, el vidrio en bruto se mezcla con otras sustancias que, aún en el proceso de fusión, determinaban el hecho de lograr una forma determinada. Por lo tanto, la pieza de vidrio estaba colorida sin bloquear completamente el paso de luz a través del material. Una vez que este primer paso se ha realizado y el vidrio quedaba caliente, se moldea.
En este proceso, el artesano deposita una pequeña cantidad de vidrio fundido en el extremo de un tubo hueco. Poco después, el artesano sopla a otra extremidad del tubo formando una bola de vidrio modelable. El manejo de esta bola sucedía sólo hasta el momento en que la burbuja ganaba la forma de un cilindro. En esta etapa, un corte longitudinal se hizo en los dos extremos del cilindro, convirtiéndolo en un cilindro hueco.
Superados esos primeros trabajos, el cilindro hueco sufre un corte y el vidrio se moldea para convertirse en una placa. Unidas, las placas son capaces de materializar grandes composiciones en que se reproducía algún texto bíblico o imagenes de santos. Continuando con el trabajo, el artesano hace algunas pinturas opacas en las que los trazos fisionómicos de la imagen son finalmente definidos.
Finalmente, después de todo el trabajo con vidrio, las pequeñas placas eran encajadas en una estructura de plomo. Unidas, las placas fueron capaces de materializar en las composiciones de gran tamaño que reproducen algunas imagenes bíblicas o de un santo. Después del montaje, el plomo era encajado en la aberturas de las paredes de las catedrales.
La sofisticación, complejidad y variedad de materiales que implicaban a las vidrieras góticas nos muestran la consolidación de un nuevo ideal estético marcado por la luminosidad y la variación de tonos. Sólo con el cambio promovido por el comercio es que nos podemos imaginar la existencia de un proceso técnico, rodeado de tantas exigencias. Así, las vidrieras, iluminaban las iglesias y también reafirmaron un nuevo período de la historia medieval.