El sueño, la imaginación y la inconformidad se revelaron en la utopía como el deseo de lograr una sociedad ideal y perfecta. Fruto de épocas de crisis, en que la imaginación del hombre se evade, huyendo de una realidad difícil, buscando la felicidad en un mundo que es sólo imaginario, pero que sería el ideal, si existiera.
En el mundo occidental, este asunto fue abordado tanto por Platón, en Grecia, como por Virgilio, en Roma. Sin embargo, fue en el Renacimiento, con Thomas More, en su obra Utopía, que este vocablo se volvió más utilizado.
El elemento fundamental para percibir este vocablo es la voluntad de ruptura con el presente y el deseo de transformación, a veces radical, de las estructuras y valores sociales en vigor.
La utopía puede distinguirse en varias tipologías: absolutas, relativas, negativas. Absolutas, cuando entra en total contradicción con la vivencia humana. Aquí se incluyen, sobre todo, las utopías mitológicas. Relativas, cuando nunca existieron proyectos similares, pero sería posible su realización. Utopías negativas o distopías, cuando la perfección tecnológica en la sociedad esclaviza la condición humana, o hay la propuesta de una sociedad cerrada y totalitaria, a pesar de utópica.
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