Famosa por abrigar monumentos que celebran ingeniosidad, belleza y perfección arquitectónica, Italia, irónicamente, tiene entre sus mayores rincones la famosa e inclinada Torre de Pisa. Construida entre 1173 y 1370 y contando con 55 metros de altura, la obra tenía como función original custodiar la campana de la ciudad de Pisa. Sin embargo, la percepción de que sus primeros andares quedaron torcidos acabó estableciendo una reputación que va más lejos de la mera función litúrgica del monumento.
Desde que la obra fue finalizada, fijaron diversas tentativas de explicación para que un error tan grosero acabase interfiriendo en el diseño del edificio. Una primera explicación dice que la inclinación sería un homenaje hecho a William de Innsbruck, uno de los posibles proyectistas que tenía una joroba en su espalda. Otras historias dicen que la forma es el resultado de una protesta realizada por los trabajadores que percibieron salarios bajos.
Ya los especialistas en geografía y geología indican que la deformidad de la Torre de Pisa sucedió en virtud de la baja compactación del suelo en que la obra fue realizada. Con ello, la inestabilidad del suelo terminó afectando a su rectitud. Una vez que el error fue descubierto, todavía en la construcción de los tres primeros andares, los constructores intentaron enderezar la columna con la construcción de andares más amplios del lado más bajo. Al final, la solución propuesta hizo que la inclinación empeorase.
En el año 1838, una obra de restauración terminó inundando toda la base de la Torre de Pisa. Casi un siglo después, el dictador Benito Mussolini ordenó que aplicaciones de cemento fuese puestas junto a la base, sin embargo, el monumento acabó torcido de todos modos. En la medida en que las técnicas de construcción avanzaron, quedaba más evidente que el enderezamiento del monumento era imprescindible para la permanencia de tan hermosa construcción.
En la década de 1990, una revisión a fondo se llevó a cabo para que esta pieza arquitectónica, considerada una de las más importantes como patrimonio de la humanidad, no acabase yendo hacia el suelo. La primera etapa de esa acción envolvió la toma de cables de acero alrededor de la torre. Con una distancia de casi un bloque, estos cables se conectan a un contrapeso que confiere gran estabilidad a la obra mientras era reparada. Además, varias placas de plomo se colocaron en la parte opuesta a la inclinación.
Superada esa fase, poderosas brocas fueron utilizadas para retirar varias toneladas de tierra de la parte más alta de la base. La extracción de la tierra creó un gran espacio vacío en la región contraria a la inclinación. En la medida en que los cables fueron sueltos y los pesos retirados, el propio peso de la Torre de Pisa realizó una reacomodación que redujo el aspecto inclinado en medio grado. Desde fines del 2001, las visitas fueron nuevamente reanudadas para aquellos turistas que desean adentrarse en la maravilla arquitectónica del Viejo Mundo.
