El pueblo de tuaregs o imuhaghs, que habitan en la parte central del sur del desierto del Sahara, tienen una curiosa historia sobre el origen de su unificación. Identificados por el uso de la lengua bereber, también conocida como tifinagh, los tuaregs tienen como protagonista principal en la unificación de las diversas tribus a la reina Tin Hinan, la primera reina en gobernarlos.
Esta historia se mantuvo viva a través la tradición oral del pueblo. Se señala que alrededor del siglo IV, Tin Hinan había salido de Tafilet, en la región del Monte Atlas, en Marruecos y se dirigió con su dama de honor, Takamat, para la región de Hoogar, en el desierto del Sahara. La evidencia arqueológica indica que la parte superior de la pirámide sociopolítica de este pueblo fue ocupada por una mujer. Tin Hinan habría conseguido unificar las diversas tribus tuaregs en ese periodo, siendo considerada la ‘Madre de todos nosotros’.
Los vestigios arqueológicos fueron encontrados en el lugar, en Argelia, en 1920. Allí se encontró una tumba con los restos de las mujeres, además de numerosos artefactos de lujo, tales como pulseras de oro y plata, así como numerosas joyas Frente a la datación, que fue posibilitada por la existencia de una moneda romana del emperador Constantino, referente a los años 313 y 324, los arqueólogos pudieron afirmar que habían descubierto el cuerpo de TIn Hinan.
Estos estudios arrojan luz sobre el hecho de que existe entre los tuaregs una mayor libertad para las mujeres que en los otros pueblos africanos o incluso de otros continentes. Hasta la actualidad, se mantiene una sociedad matrilineal, en el cual el descenso, la herencia y el liderazgo se definen mediante el origen materno. Pero el poder es ejercido exclusivamente por los hombres. Esta libertad permite a las mujeres tuaregs tener relaciones sexuales antes de la boda, elegir a sus parejas y participar en las decisiones de la familia y la tribu. Por disfrutar de libertad y respeto, son mujeres que enseñan el alfabeto y algunos rasgos culturales de las personas, como la habilidad de tocar el violín imzad, un arte exclusivamente femenino.
Esta situación se vuelve aún más sorprendente en virtud del hecho de que los tuaregs profesan la religión musulmana, donde las mujeres cumplen un papel de sumisión.
