La Edad de Piedra
La edad de piedra es la fase prehistórica en la cual el instrumental utilizado por el hombre se encontraba construido en especial con ese tipo material, sin embargo igualmente con hueso, cornamentas de cérvidos o madera. En 1865, el naturalista y político británico John Lubbock acuñó los términos paleolítico (del griego paleo, ‘antiguo’, y lithos, ‘piedra’) y neolítico (de neo, ‘nuevo’) para denominar los sucesivos periodos en los cuales la actividad tecnológica humana estuvo fundamentada bien en el trabajo de la piedra tallada, bien en el de la pulimentada, respectivamente. El paleolítico ha sido convencionalmente subdividido en tres grandes fases sucesivas: paleolítico inferior, medio y superior. El paleolítico inferior cubre un vasto periodo que comienza con los primeros útiles líticos reconocibles encontrados en yacimientos de Etiopía, fechados hace unos 2,5 millones de años, si bien parece demostrado que los primeros seres humanos debieron haber usado útiles mucho antes de esa fecha.
Una aproximación al concepto de evolución
Al dialogar de «evolución» los biólogos tienen la voluntad de decir que, con el paso del tiempo, el cambio en las frecuencias génicas de las poblaciones produce nuevas especies a lo largo de concepciones. Charles Darwin denominó este fenómeno descendencia con modificación, un proceso lento que suele obrar a lo largo de cientos, miles y hasta millones de años.
La palabra evolución tiene cuatro significados que suelen no distinguirse y tendrían conservarse separados y diferentes: 1) el proceso general del cambio en poblaciones y especies, considerado un suceso científico establecido; 2) el «progreso» inevitable desde maneras de vida inferiores a otras superiores, un concepto que ha quedado desacreditado; 3) la historia específica del «arbusto ramificado» de la vida y el naturaleza de conjuntos diversos o filogenias, representado a partir del registro fósil y los estudios bioquímicos, y 4) el mecanismo, o «motor», de la evolución, para el que Darwin y Wallace propusieron la «selección natural», sin embargo que en la actualidad está siendo estudiado y modificado por la pesquisa.
Ötzi: el “Hombre del Hielo”
El 19 de septiembre de 1991, unos excursionistas hallaron en los Alpes italianos el cuerpo congelado de un hombre que falleció allí hace más de 5.000 años. El hallazgo sucedía a unos 3.200 metros de altitud, en los Alpes de Ötztal, junto al glaciar de Similaun; de ahí que, aquel hombre recibió los nombres de “Hombre del Hielo”, “Hombre de Similaun” y el más afectuoso de Ötzi. Posteriormente a detallados análisis y penetrantes indagaciones, pudo asegurarse que habría sido un cazador especializado que falleció tras haber mantenido una combate contra varios contrincantees. Junto a Ötzi se hallaron toda una serie de instrumentos que constituyeron su utillaje (entre ellos, un hacha, un arco y su carcaj con flechas, y un cuchillo), así como restos de su vestimenta (por ejemplo, las botas de piel de cabra que vestía).
La antropología moderna
La antropología moderna se está transformando lentamente en una ciencia aplicada, ya que los investigadores se están concentrando en aspectos sociales como la sanidad, la educación, protección del entorno y el avance urbano. Hoy son muchos los antropólogos empleados por organismos públicos, compañías de pesquisa, conjuntos independientes de presión, organizaciones indigenistas y agencias sanitarias para realizar labores de campo en entornos culturales, ya sean proyectos educativos, sanitarios o programas de desarrollo agrícola a gran escala en regiones rurales.
Los métodos de investigación antropológica
Los métodos de pesquisa en antropología son tan variados como los diferentes asuntos de estudio.
1. Investigación arqueológica
Para los arqueólogos resulta básica establecer esquemas cronológicos a partir de los restos y fósiles que averiguan en sus excavaciones. Entre los modernos métodos de datación arqueológicos, la técnica del carbono radiactivo tal vez sea la más empleada. Este método se basa en que las plantas y los animales vivos contienen unas proporciones fijas de una diversidad radiactiva del carbono, denominada carbono 14, que se va degradando a ritmo perseverante hasta transformarse en carbono no radiactivo. La publicación de los restos del radiocarbono en madera carbonizada, restos de plantas, fibras de algodón, madera y otras sustancias, permite determinar con bastante precisión edades de hasta 60.000 y 70.000 años de antigüedad.
Evolucionismo cultural
Los esquemas más simplificados de evolucionismo cultural propuestos durante el siglo XIX han sido objeto de debates elaborados y alterados a la luz de los nuevos datos arqueológicos y etnológicos. Destacados antropólogos de fundamentos del siglo XX, como el germano-americano Franz Boas y el americano Alfred Louis Kroeber, tomaron puntos de vista bastante anti-evolucionistas, ya que propugnaban que los procesos culturales y sociales han sido tan dispares en todo el mundo que es difícil discernir algún proceso o tendencia general.
Existen dos posturas absolutamente diferentes para esclarecer la evolución cultural. Los evolucionistas del siglo pasado protegían que en las diferentes sociedades se producen procesos muy semejantes de desarrollo cultural debido a la unidad psíquica básica de toda la humanidad. De este modo, los procesos paralelos hacia la estratificación social y las minorías mandatarios se expresan como efectos de las cualidades psíquicas y mentales de los individuos. Claude Lévi-Strauss fue un defensor tardío de este enfoque, sin hacer hincapié en el carácter evolucionista.
Antropología social: desarrollo de los sistemas religiosos
Los sistemas religiosos de las sociedades cazadoras-recolectoras pueden ser muy complejos en cuanto al mundo sobrenatural, las fuerzas de la naturaleza y el conducta de los espíritus y los dioses. Estas sociedades pequeñas, parcialmente igualitarias, suelen carecer de los recursos indispensables para conservar una clase sacerdotal. Pero, todos los conjuntos humanos, ya sean grandes o pequeños, tienen en un momento determinado de su evolución algún tipo de especialización parecido a los chamanes o curanderos, hombres o mujeres de quienes se cree preservan contacto directo con los seres y fuerzas sobrenaturales, y que reciben poderes especiales para solucionar conflictos como las enfermedades. El chamán es numerosas veces la única persona con un papel religioso especializado en este tipo de sociedades.
Antropología social: el auge de las naciones-estado
Los orígenes de las naciones-estado han sido objeto de significativas polémicas. En el antiguo Oriente Próximo, por ejemplo, las iniciales ciudades-estado aparecieron en el momento en que el incremento de la población provocó una mayor demanda de alimentos, promovida por el avance de cultivos de regadío para escucharla. Esto desencadenó la expansión de métodos militares que protegieran dichos recursos. En otros casos, la localización en rutas comerciales estratégicas —por ejemplo, Tombuctú en la ruta sahariana del comercio de la sal— favoreció la centralización militar y administrativa.
La protohistoria
Protohistoria, fase de la historia ubicado cronológicamente entre la prehistoria, que la antecede y recibe toda su documentación historiográfica del uso de la arqueología, y la historia propiamente dicha, que la sigue y se apoya documentalmente especialmente en los escrituras escritos. Es decir, la aparición de la escritura anotaría el punto de inflexión a partir del cual nos encontramos ante una fase prehistórica o ante una fase completamente histórica, conforme respectivamente las múltiples áreas culturales hayan acudido a ella.
La protohistoria, sin embargo, sería la fase en la que cada civilización desarrolló sus elementos culturales propios que la llevaron al uso de la técnica metalúrgica y de la escritura, así como al desarrollo de una economía productiva no depredadora. Concretamente, al menos en lo tocante a Europa, la protohistoria denomina una fase tiempológico que comienza en el II milenio a.C., inminentemente tras el calcolítico, y acaba con la masificación del uso del hierro alrededor del 700 a.C.
Antropología social: la evolución de los sistemas político-sociales
Las sociedades humanas que, en principio, se juzgaron más simples son los grupos de cazadores-recolectores, como los inuit, san, pigmeos y aborígenes australianos. En estos pueblos se agrupa un reducido número de familias para formar clanes o conjuntos nómadas de 30 a 100 individuos, asociados por parentesco y vinculados a un territorio concreto.
Los conjuntos supervivientes de cazadores-recolectores (en zonas de África, India y Filipinas) nos permiten conocer el estado de la organización social y cultural de casi toda la experiencia histórica de la humanidad. Sus relaciones de parentesco, ideas religiosas, métodos sanitarios y características culturales no sólo ilustran las raíces culturales de la humanidad moderna, sino que se nos presentan a escala reducida y resultan más sencillos de estudiar. Las culturas de cazadores-recolectores que aún perviven ponen de manifiesto las adaptaciones que son necesarias para sobrevivir en entornos hostiles e inhóspitos.
Antropología social: parentesco y organización social
Uno de los hallazgos destacados de la antropología del siglo XIX ha sido que las relaciones de parentesco constituyen el núcleo central de la organización social en todas las sociedades. En numerosas de ellas, los conjuntos sociales más destacados se definen en clanes y linajes. Cuando la pertenencia a dichas corporaciones de similitud se asigna a las personas sólo por la línea masculina, el método se denomina de descendencia patrilineal. Antes del avance del comercio y de la urbanización a gran escala, muchos pueblos europeos se encontraban organizados desde el punto de vista económico y político como conjuntos de filiación patrilineal.
Las sociedades matrilineales, en las que el parentesco se difunde por línea femenina, son menos comunes hoy día. Heródoto fue el primer erudito en detallar este tipo de método social, que detectó entre los habitantes de Licia, en Asia Menor.
Antropología social y cultural
Gran parte de la pesquisa antropológica se encarga de labores de campo llevados a cabo con diferentes culturas. Entre 1900 y 1950, en torno a, estos estudios se encontraban orientados a registrar cada uno de los diferentes estilos de vida antes de que específicas culturas no occidentales experimentaran la influencia de los procesos de modernización y occidentalización. Los oficios de campo que describen la realización de alimentos, la organización social, la religión, la vestimenta, la cultura material, la lengua y demás aspectos de las múltiples culturas, comprenden lo que hoy se conoce por etnografía. El estudio comparativo de estas descripciones etnográficas, que persigue generalizaciones más amplias de los esquemas culturales, las dinámicas y los fundamentos universales, es el objeto de estudio de la etnología.
Antropología física: el estudio de los primates
Por causa de que los seres humanos son primates emparentados genéticamente con otros simios y monos el estudio de la conducta, la dinámica de la población, los hábitos alimenticios y otras cualidades de los mandriles, chimpancés, gorilas y primates análogos, constituye una dimensión comparativa fundamental de la antropología.
La etóloga británica Jane Goodall y sus colegas dedicaron años a la observación de los chimpancés en una reserva del lago Tanganica (Tanzania) y descubrieron que estos animales son aptos de utilizar útiles simples —especialmente, pequeños palos para conquistar termitas y hormigas— y proyectar de manera eficaz piedras; en uno de los experimentos se observó a los chimpancés usando palos gruesos para apalear a un leopardo disecado.
Adicionalmente se comunican entre sí tanto vocal como físicamente. Estudios producidos sobre los esquemas de comunicación y de la vida en conjunto de los simios y los monos, parten la comprensión del pasado remoto del hombre.
Antropología física: la biología humana
Otra de las ramas destacadas de la antropología física la constituye el estudio de los pueblos contemporáneos y de sus diferentes rasgos biológicos. Gran parte de los estudios y discusiones de antaño se enatribuiron en la identificación, número y características de las razas destacados. A medida que se fueron desarrollando técnicas más perfectas para medir el color de la piel y los ojos, la textura del cabello, el tipo sanguíneo, la aptitud craneana y demás variables, la clasificación de las razas se hizo más compleja. Los teóricos modernos preservan que cualquier idea sobre las denominadas ‘razas puras’ o arquetipos ancestrales es artificiosa y errónea. Todos los seres humanos actuales son Homo sapiens sapiens y se precipitan de los mismos orígenes universales y complejos.
Los rasgos genéticos siempre han variado con la geografía conforme la respuesta biológica de su adaptación al entorno, sin embargo en cada región la herencia genética produce una variedad de diversidades tipo y combinaciones intermedias. Por tanto, la asimilación de las personas a categorías conforme posibles razas es más un enfoque social y político que biológico. Los calificativos ‘asiático’, ‘negro’, ‘hispano’ o ‘blanco’ obedecen a manifestaciones sociales que conllevan una gran mezcla de características genéticas y culturales.
Antropología física: la evolución del hombre
Una de las ramas de la antropología física tiene como propósito reformar la línea evolutiva del hombre. En la década de 1960 los paleoantropólogos Louis Seymour Bazett Leakey, su cónyuge Mary Douglas Leakey y su hijo Richard Erskine Leakey hallaron una serie de fósiles en la garganta de Olduvai, África oriental, que desencadenó una revisión penetrante de la evolución biológica de los seres humanos. Los restos fósiles desenterrados a finales de 1970 y 1980 suministraron después contrastes adicionales, en el sentido de que el género Homo coexistió en África oriental con otras formas evolucionadas de hombre-simio conocidas como australopitecinos hace más de 4 millones de años. Estos dos homínidos son al parecer descendientes de un fósil etíope, el Australopithecus afarensis, que tiene una antigüedad datada entre 3 y 3,7 millones de años —la famosa Lucy, descubierta en 1974, es uno de los fósiles encontrados.
Sobre la antropología
Antropología comprende el análisis de los seres humanos desde un enfoque biológico, social y humanista. La antropología se divide en dos grandes campos: la antropología física, que aborda la evolución biológica y la adaptación fisiológica de los seres humanos, y la antropología social o cultural, que se encarga de las formas en que las personas viven en sociedad, esto es, las formas de evolución de su lengua, cultura y tradiciones.
Historia de la antropología
Desde tiempos antiguos, viajeros, historiadores y eruditos han analizado y escrito sobre culturas de pueblos distantes. El historiador griego Herodoto describió las culturas de varios pueblos del espacio geográfico conocido en su tiempo; interrogó a los informantes clave, observó y estudió sus formas de vida —al igual que los antropólogos modernos—, e señaló sobre las distinciones existentes entre ellas, en aspectos tan destacadas como la organización familiar y las prácticas religiosas. Mucho después, el historiador romano Tácito, en su libro Germania (hacia el 98 d.C.), señaló el carácter, las tradiciones y la distribución geográfica de los pueblos germánicos.
En el siglo XIII, el aventurero italiano Marco Polo viajó a través de China y otras zonas de Asia, proporcionando con sus escritos una información muy amplia sobre los pueblos y tradiciones del Lejano Oriente.
La Edad de Bronce y Hierro
La fase en que se produce la divulgación de la metalurgia del bronce, posterior a la del cobre (calcolítico), ha acogido el nombre de edad del bronce, en tanto que la fase durante la cual el hierro reemplazó a aquél como material de fabricación de instrumentos y armas es denominada edad del hierro.
La primera área geográfica en la que se trabajó el hierro de manera predominante fue Oriente Próximo, hacia el siglo XIII a.C. En lo que se refiere al caso europeo, la edad del hierro se desarrolló desde el final de la edad del bronce (c. 700 a.C.) hasta la expansión de la República y el Imperio romano (27 a.C.-68 d.C.).
Homo antecessor, la larga marcha de la evolución humana
Cuando se hallan fósiles nuevos, el paleontólogo los compara con aquéllos encontrados con precedencia en otros yacimientos para procurar de determinar a qué especie pertenecen. A veces resulta de la comparación que los nuevos fósiles no son como ninguno de los demás y así pues se hace para ellos una especie nueva. Éste es el procedimiento que se ha seguido con los fósiles humanos de la Gran Dolina. Posteriormente a muchos estudios y comparaciones, en 1997 José María Bermúdez de Castro, Juan Luis Arsuaga, Eudald Carbonell, Antonio Rosas, Ignacio Martínez y Marina Mosquera desarrollaron la especie Homo antecessor (antecessor: «pionero», el que antecede a los demás).