Desde un punto de vista cultural, la estabilidad de la organización feudal puede ser entendida por el fuerte sentimiento religioso de la época. Según la investigación de los historiadores de la talla de Georges Duby, la organización social de la Edad Media era considerada como preestablecida por un plan divino y debía ser seguido por todos los cristianos pasivamente. Ir en contra de la desigualdad y la explotación de esa estructura significó confrontar una armonía procedente de los cielos.
El clero ocupaba la parte superior de la jerarquía social. Entre los propósitos de la antigüedad y la Edad Media temprana, la Iglesia ha estructurado un conjunto de normas que permitieron la difusión del cristianismo en todo el mundo europeo. Además, los miembros de esta orden tenían gran influencia entre los terratenientes y los reyes de esta época. Con el tiempo, la propia institución acumuló la tierra y el conocimiento en una época en la que la lectura y la escritura eran privilegio de unos pocos.
Enseguida nos encontramos con la presencia de la nobleza, que tenía el control sobre los feudos y todo el paisaje político de la época. Los grandes terratenientes eran miembros de la nobleza, reconocidos por los títulos de rey, príncipe, archiduque, duque, marqués y conde.
A continuación tenemos la alta burguesía, que se compone de vizcondes, barones y caballeros. Estos últimos eran los representantes más significativos del orden militar y garantizaban la protección de las propiedades.
La mayoría de la población estaba compuesta por campesinos feudales. Ellos fueron los responsables de trabajar la tierra y la producción agrícola. En la mayoría de los casos, los agricultores trabajaron en régimen de servidumbre y sometidos a las exigencias de un señor feudal. Asociado con un servicio de rutinas difíciles, muchos campesinos mantenían la esperanza que su penuria en el mundo terrenal terminase siendo recompensada con la salvación de sus almas. Así, ellos creían ser castigados en vida para ser beneficiados tras su muerte.
Además de estos los principales representantes de la sociedad medieval, todavía podemos hablar de la existencia de los villanos. El villano era una persona libre, que ofrecía su mano de obra temporal a un señor feudal. Su término tuvo una valoración negativa pues la Iglesia no confiaba en ellos por su falta de educación y analfabetismo. El villano, habitante de la villa, carecía de honor, sin nobleza y era considerado capaz de realizar todo tipo de actos maliciosos. Los villanos gozaban de libertad para moverse entre diferentes propiedades. En la actualidad, tomamos como legado la valoración despectiva de «villano» por este motivo.
Por último, contamos con los esclavos, personas cuyos derechos eran inexistentes. Con el tiempo, los esclavos comenzaron a percibir un salario sustituyendo la esclavitud por servidumbre. Todavía se mantiene un intenso debate en historiografía sobre la cronología, causas y formas en que se produzco esta alteración.