El mercantilismo abarca un conjunto de prácticas económicas que han surgido durante el proceso de formación de las monarquías nacionales. En este contexto, los reyes fueron apoyados fuertemente por la burguesía en la expansión de sus áreas de política y en la estructuración de un cuerpo de funcionarios civiles y militares que reafirmaron su poder. En contraste, los monarcas concedieron favores y privilegios a los que los burgueses aumentan sus fronteras económicas.
Poco a poco, algunos reyes notaron que el enriquecimiento de la clase burguesa implicaría directamente en el fortalecimiento de su gobierno. Después de todo, cuanto más los comerciantes negociaban, mayores eran los volúmenes de impuestos pagados y destinados al funcionamiento del Estado nacional. Mismo no constituyéndose como una teoría económica formal, el mercantilismo pasó a regir las acciones políticas de varios monarcas interesados en la protección de su autoridad.
Una de las primeras nociones mercantilistas que se formaron en este momento, se llamaba metalismo. Según ese principio, se creía que la riqueza del país podría ser determinada por las reservas de metales preciosos y la cantidad de monedas circulando dentro de la economía nacional. Cuanto mayor sea el número de reservas, mayores fueron las garantías de que la economía del país era estabilizada y positiva. Sin embargo, ¿cómo sería posible cumplir esa expectativa impuesta por el metalismo?
En algunos casos, los reyes de Europa incentivaron la explotación de metales preciosos en su propio país. Sin embargo, ya que las reservas de oro y plata escasearon en Europa, diversos monarcas colocaron como misión la búsqueda de metales como una de las principales metas en la colonización de tierras en las Américas. Además, se recomendaba que las monedas en circulación en la economía del país aumentasen cada vez más. Desde entonces, surgió otro principio del mercantilismo.
Para que las monedas del país no salieran de su economía, los reyes debieron tomar medidas que pretendieran la consolidación de la llamada balanza comercial favorable. De acuerdo con ese principio mercantil, la cantidad de exportaciones del país debería ser mayor que el número de importaciones realizadas. En ese sentido, era necesario que medidas de naturaleza proteccionista impidiesen que los productos extranjeros tuviesen mayor aceptación en la economía nacional, lo que terminó exigiendo el gasto de monedas.
Una vez más, la colonización fue a colaborar con el establecimiento de la balanza comercial favorable. Primero, porque muchas colonias podrían ser explotadas para proporcionar los productos agrícolas y materias primas a un menor costo. Con esto, las ciudades serían capaces de ofrecer productos con precios competitivos en el mercado europeo. Además, la población de las colonias garantizaría una balanza comercial favorable para convertir el mercado de consumo de la metrópoli.
A lo largo de la edad moderna, observamos que Portugal y España emergen como grandes naciones mercantilistas, para llevar a cabo su expansión marítima comercial antes que las otras naciones europeas. Sin embargo, países como Francia e Inglaterra, incluso conquistando sus colonias tardíamente resultaron más adeptas en el fortalecimiento de sus actividades económicas.