Sistema respiratorio de las aves © Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa
La respiración de las aves se produce a través de pulmones rígidos que se encuentran en la región torácica del animal. La tráquea aviar se divide en bronquios que se ramifican, dentro de los pulmones, en tubos delgados llamados parabronquios, que son irrigados por capilares sanguíneos que permiten el intercambio gaseoso.
En las aves no existen alveolos pulmonares (como en los mamíferos), pero, sí, capilares aéreos que parten de los parabronquios. El gas oxígeno pasa de esos capilares para los capilares sanguíneos, ocurriendo, así, intercambios gaseosos.
En la parte inferior de la tráquea de las aves, antes de la ramificación de los bronquios, podemos encontrar la siringe, una estructura semejante a una bolsa, que posee cuerdas vocales responsables por el grito y por el canto de las aves. En la mayoría de las veces, el sonido emitido por las aves sirve para atraer al compañero, marcar territorio y prevenir a pájaros de la misma especie contra algún depredador u otro peligro similar.
Algunos bronquios secundarios extienden sacos llamados sacos aéreos que están en la región posterior y en la parte anterior del cuerpo del animal, penetrando, incluso, en algunos huesos. Los sacos de aire tienen la función de ventilación de aire a los pulmones, tanto en el proceso de inspiración como en el proceso de expiración. Esta ayuda garantiza al ave un flujo constante de aire rico en oxígeno, además de disminuir el peso específico del animal, propiciando su vuelo. El volumen de gas en los sacos aéreos es 10 veces mayor que en los pulmones.
Los sacos aéreos también ayudan en la refrigeración del cuerpo de las aves, pues como el gasto de energía durante el vuelo es muy elevado, una gran cantidad de calor acaba siendo liberada. Ese exceso de calor es absorbido por el aire frío que se encuentra en el interior de los sacos aéreos, siendo eliminado del cuerpo a través de la tráquea.
