Las serpientes de dos cabezas en realidad son animales que pertenecen a un grupo de reptiles: el de las anfisbenas, anfisbenios o culebrillas ciegas (Amphisbaenia). Así, no son lagartos ni cobras y, muchos menos, lombrices, ya que esos son animales invertebrados. Tampoco son cecilias o cecilidos, anfibios del grupo de los gimnofiones (Gymnophiona). En todo el mundo existen más de 100 especies de anfisbenas jamás registradas por los científicos.
Su nombre, serpiente de dos cabezas, es dado porque el cuerpo de tales animales es largo, extendido y sin patas, como las serpientes. Además, su cola es corta y redondeada, presentando más o menos una misma anchura de cabeza, pareciendo que son, en realidad, dos cabezas, una en cada extremo.
En algunas especies, especialmente cuando el individuo se siente amenazado, la cola puede moverse tanto como la cabeza, lo que ayuda todavía más en esa confusión sobre las funciones de las partes de su cuerpo. Otras especies pueden soltar un pedazo de su cola, como algunos lagartos hacen, para confundir a sus depredadores.
Las anfisbenas, o serpientes de dos cabezas, son poco conocidas y observadas por el ser humano. Esto se debe a que viven enterradas en el suelo, cavando sus propios túneles. Para ello, ellas utilizan la cabeza, extremadamente dura y resistente.
En el subsuelo, o en las pocas ocasiones que aparecen en la superficie (por lo general debajo de las hojas y humus), las serpientes de dos cabezas se alimentan de gusanos, larvas, invertebrados y pequeños roedores, como crías de ratones.
Aunque las anfisbenas no tienen veneno, algunas especies son capaces de morder –y con fuerza. Por lo tanto, es importante respetar al ser vivo en cuestión, evitando atraparlo o enfrentarse a él. Si se reacciona de esa manera, no habrá ningún riesgo de ser picado.