La Segunda Guerra Mundial, que comenzó en septiembre de 1939, fue el mayor desastre causado por el hombre en toda su larga historia. Participaron setenta y dos naciones y se libró en todos los continentes (directa o indirectamente). El número de muertos superó cincuenta millones y aún había veintiocho millones minusválidos.
Otra característica, tal vez el más brutal, fue la supresión de la diferencia entre los que luchan en el frente y la población civil en la parte trasera. Esta guerra fue total. Ninguno de los objetivos fue exonerado, excluyendo civiles militares.
Atacar la retaguardia del enemigo, sus ciudades, sus industrias, sus mujeres, niños y ancianos se convirtió en parte de lo que los estrategas eufemísticamente clasificaron como “guerra psicológica” o “guerra de desgaste”. Naturalmente, el desarrollo de la aviación y las armas facilitaron la labor de conquista territorial.
Si la Primera Guerra Mundial provocó un costo de 208 millones de dólares. la Segunda Guerra Mundial alcanzó la impresionante cifra de un billón de dólares y 500 millones de dólares, una cantidad que, si se invierte en la lucha contra la miseria humana se habría erradicado de la Tierra. Aproximadamente 110 millones de hombres y mujeres se movilizaron, de los cuales sólo el 30% no había sufrido la muerte o lesiones.
Casi todos los historiadores coinciden en que la causa de la más profunda diplomática Segunda Guerra Mundial tiene su origen en el Tratado de Versalles que fue firmado entre las potencias vencedoras de la Primera Guerra Mundial (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia) y las vencidas (Alemania y Austria). Alemania se vio privada de Alsacia y Lorena (que había ganado la guerra franco-prusiana de 1870), como Polonia que tuvo que ceder una franja de territorio que le daba acceso al Mar Báltico (llamado el “corredor polaco”).
