La savia es el fluido que circula por el interior de la planta a través de vasos específicos, conduciendo agua y sales minerales y otros componentes que alimentarán el vegetal. La savia se asimila a la sangre de los animales en el sentido que posibilita el tránsito alimentario en un flujo circulatorio.
Se conocen en la actualidad dos tipos de savia: la savia bruta y la savia elaborada.
Savia bruta y elaborada
La savia bruta está formada en las raíces, cuando la planta colecta del suelo los nutrientes que después serán conducidos hasta las hojas y tallo para que pueda suceder la fotosíntesis y transformarlos en savia elaborada. Ese transporte, que ocurre en el xilema, necesita contar con la presión positiva de la raíz para lograr su objetivo, y es necesario que los vasos sean bien adherentes proporcionando la cohesión de las moléculas de agua, facilitando la subida de los demás nutrientes por el vaso y todavía contar con la gran succión realizada por las hojas, que de todos esos factores indicados es, sin duda, el más importante.
La transpiración que sucede en las hojas genera un déficit de agua en todo el vegetal. Así, existe una teoría que afirma que cuanto mayor es el índice de transpiración mayor será la fuerza de succión generada por las hojas y mayor será entonces la capacidad de la planta para extraer del suelo sus nutrientes. Cuando la savia elaborada está preparada es conducida a través del floema, distribuyéndose por todo el vegetal, alimentando los tejidos y órganos con éxito.
El estudioso Ernst Münch propuso la teoría del flujo de masa. Lo que él observó y demostró con experimentos científicos fue que el agua de la savia bruta asciende para el órgano de mayor presión osmótica de la planta, siendo normalmente la hoja. De allí sigue su curso penetrando en los floemas y conduciendo la savia elaborada hacia la dirección que menos resistencia ofrezca por tener menos presión osmótica, contando todavía con la ayuda de la gravedad simplista. Por lo general, ese órgano direccional es la raíz.
