Santidad es una palabra que proviene del latín ‘sanctitas’, y se refiere a la cualidad de aquel que es considerado santo. El adjetivo santo puede tanto hacer referencia a un sujeto virtuoso, inocente, puro, alguien de buen corazón, que practica la caridad y es solidario, como puede referirse a aquella persona que alcanzó un gran desarrollo espiritual, ético y moral, conquistando así la santidad.
En un sentido religioso la idea de religiosidad está muy presente en la doctrina cristiana, especialmente en la Iglesia Católica. Mientras la gran mayoría de iglesias protestantes defiende que solamente Jesucristo puede ser santo, para los católicos muchos hombres y mujeres a lo largo de los siglos vivieron su vida de tal forma y tan devotos a las enseñanzas de Cristo que se puede decir que alcanzaron la santidad.
El que ha alcanzado la calidad de la santidad, para los católicos, hizo eso al dedicarse a ayudar al prójimo, renunciando al mundo material, a las tentaciones de la carne, viviendo en misericordia, con simplicidad, amor y devoción a las enseñanzas de Jesucristo, dedicándose a la oración y a la predicación de la palabra de Dios en la Tierra.
Para que el pueblo pudiese reconocer quién entre los hombres puede ser atribuido a la santidad, la Iglesia Católica instituyó diversos criterios que comprueban la vida y obra del candidato a santo, verificando si el mismo en vida o después de su muerte realizó un determinado número de milagros. Cuando después de estos estudios se concluyó que el individuo era santo, le era concedida una santidad oficial en un proceso que se conoce como canonización.
También es tradición en la Iglesia Católica de usar la palabra santidad como pronombre de tratamiento usándolo siempre cuando es dirigida la palabra a importantes líderes religiosos. Y en ese sentido el Papa es el mejor ejemplo del uso del pronombre. Cuando se hace una referencia directa al Papa, se usa Su Santidad, y cuando se habla de él o cuando es mencionado en una obra religiosa se realiza la misma clase de palabra.