El estómago naturalmente ya provoca cierto ruido característico de las actividades del sistema digestivo. Es, sin embargo, cuando una persona tiene mucha hambre cuando su estómago emite sonidos por encima de lo normal, llegando a ser audible por personas cercanas a su entorno.
Cuando vemos, sentimos el olor o imaginamos el alimento, nuestro cerebro envía informaciones al tubo digestivo como manera de preparación para la actividad digestiva. De esa manera, los órganos empiezan a prepararse para la recepción inminente de los alimentos. El ruido escuchado es provocado por el estómago e intestino delgado, que pasan a contraer y relajarse varias veces, en un movimiento conocido como peristáltico. Ese movimiento estimula la agitación de los gases y líquidos contenidos en su interior, resultando en el ‘rugido’ de estómago.
