Con el fin de la era napoleónica, las monarquías europeas se reunieron con el fin de contener la propagación de la transformación propuesta por la Revolución Francesa. Esta reunión se llevó a cabo en lo que se llama el Congreso de Viena, momento en que parte de los monarcas que estaban allí decidieron formar la llamada Santa Alianza. En este acuerdo, varios líderes se comprometieron a ayudar militarmente a todas las monarquías cuya autoridad fuese amenazada.
Sin embargo, este proyecto que debía preservar el antiguo régimen, fue incapaz de detener la marcha de las nuevas revoluciones que se encargarían de revolucionar toda Europa. En 1848, el número de nuevos movimientos políticos que surgieron en el Viejo Mundo estaba firmemente decidido a poner fin a la monarquía. En líneas generales, la situación política de Europa se vio afectada no solamente por propuestas liberales de la experiencia francesa sino también con el ascenso de las tendencias nacionalistas y socialistas.
Un poco antes de que surgieran las revoluciones, entre los años 1846 y 1848, una serie de malas cosechas provocó una crisis económica responsable de la repentina subida de precios de los alimentos. Al mismo tiempo, la disminución del consumo de bienes manufacturados condujo al despido de los trabajadores en los centros urbanos. De hecho, toda la economía capitalista europea se enfrentó a un delicado proceso de estancamiento que podría dar lugar a trastornos que marcó la llamada “Primavera de los Pueblos”.
En respuesta a este escenario desfavorable, los miembros de la clase obrera y los campesinos comenzaron a exigir mejores condiciones de vida y de trabajo. Aprovechando las nuevas tendencias que aparecieron, se creó una fuerte oposición a la monarquía a través de una serie de levantamientos. Alimentando aún más la sensación de cambio, también hay que señalar que en ese año tuvo lugar la publicación del Manifiesto Comunista, pensador Karl Marx, el trabajo que abogaban por la movilización de los trabajadores.
Tomando conceptos definidos por este libro, varias ciudades fueron tomadas por las barricadas de los trabajadores que se extendían por las ciudades de Francia, los estados alemanes, Austria y otros grandes centros urbanos. A pesar de los ideales románticos y las coloridas pancartas a favor de una sociedad más justa, la “Primavera de los Pueblos” definitivamente no convirtió de inmediato a Europa. Sin embargo, la nueva articulación política mostró fase de definición.
A partir de este acontecimiento histórico, la sociedad burguesa se había asegurado algunos de sus principios, porque a pesar de carácter popular, estas revueltas favorecieron la adopción de las concepciones de la igualdad civil, el fin de los privilegios del orden feudal, las instituciones legales y de acceso a las posiciones público. Además, demostró un nuevo orden burgués el potencial de movilización de las clases trabajadoras en torno a sus propios intereses y proyectos políticos.