En el siglo XIX, después de que llegase el proceso de independencia de México, las regiones pertenecientes a América Central experimentaron muchos cambios políticos en favor de la formación de varias naciones independientes. En la mayoría de los casos, las élites locales estaban recibiendo el apoyo de Estados Unidos y Gran Bretaña en la formación de naciones frágiles e incapaces de resistir a la fuerza e intereses de las potencias capitalistas. En esta situación surgió Nicaragua.
Hacia 1920, el campesino Augusto César Sandino inició la formación de un grupo de revolucionarios decididos a poner fin a la intervención imperialista en su país. Entre otros asuntos a resolver, Sandino defendió la realización de un proyecto para la distribución de la tierra y la retirada de las tropas de EE.UU. que ocuparon el territorio de Nicaragua. Por lo tanto, los partidarios de Sandino participaron en movimientos guerrilleros que actuaban en el país entre 1926 y 1933.
Después de conseguir la salida de las tropas de EE.UU. en el país, Sandino accedió a firmar un acuerdo en el que accedió a declarar las armas por la preservación de la soberanía de su país. En este contexto, la elección de la paz política permitió a los militares liderados por Anastasio Somoza García llevar cabo el asesinato del líder revolucionario e instalar un gobierno dictatorial en consonancia con los intereses norteamericanos. Entre los años 1930 y 1970, la familia Somoza controló los dictados de la vida política nicaragüense.
Sin embargo, en 1961, un movimiento guerrillero se constituyó con el objetivo de poner fin a la injerencia extranjera y la opresión dictatorial. Desde la reunión de líderes como Tomás Borge, Carlos Fonseca y Carlos Mayorga, se fundó el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Sus seguidores comenzaron a formar sindicatos, a abrir escuelas y a organizar enfoque de alfabetización en favor del carácter socialista de su proyecto.
A principios de 1978, una guerra civil sumió al país después de la muerte del periodista Pedro Joaquín Chamorro, quien participó activamente contra la dictadura de la familia Somoza. A través de las batallas contra las fuerzas del gobierno, el Frente Sandinista fue capaz de dominar el Palacio Nacional en Managua, la capital del país. Habiendo llegado al poder mediante la formación de la Dirección Nacional del Frente Sandinista de Liberación Nacional, el nuevo gobierno representado por Daniel Ortega prometió poner fin a los males que tuvo el país.
En la política interna, los sandinistas promovieron vínculos más estrechos con las naciones del bloque socialista. Además, con la promesa de un amplio proceso de expropiación, el Estado controlaría la tierra y otras fuerzas productivas del país. El diseño radical que ofrecía a los sandinistas terminaría molestando no sólo los intereses del bloque capitalista, sino también a partes heterogéneas de la población nicaragüense. Así, desde 1981, se formó una acción contra-revolucionaria en el país.
Los opositores contra-revolucionarios del gobierno sandinista, contaron el apoyo financiero de los Estados Unidos y los miembros de la alta cúpula de la nación católica. A lo largo de la década de 1980, el gobierno sandinista se enfrentó a una grave crisis económica que llevó a las fuerzas de oposición y a Nicaragua al borde del caos. En 1990, la crisis terminó por configurar una derrota electoral de los sandinistas y la elección de Violeta Chamorro.
Sólo después de una serie de gobiernos neoliberales y conservadores, los sandinistas se habían fortalecido políticamente con la permanencia de los problemas que aquejaban a la población. En 2007, Daniel Ortega volvió al poder con un discurso político moderado y el apoyo declarado de los estadounidenses. Hoy en día, el líder histórico de la revolución de 1979 tiene que enfrentarse a la brecha tecnológica, la inflación, el desempleo y la deuda externa, que atentan contra Nicaragua como principales problemas nacionales.