Desde febrero de 1917, la dirección tomada por el nuevo contexto político de Rusia tomaría otros destinos. El gobierno provisional no abrió las puertas para que los soviéticos tuvieran plena participación en las decisiones políticas que debían adoptarse. A pesar de ser la gran fuerza de cambio político del periodo, el nuevo gobierno tomó medidas para los deseos de los demás presentes en dichas unidades políticas populares.
Además del fracaso en los proyectos de recuperación de la economía nacional, el gobierno provisional de febrero había optado por el mantenimiento de las tropas rusas en la Primera Guerra Mundial. Estos hechos contribuyeron a la tendencia hacia la postura política de favorecer a Lenin para alcanzar la victoria. De acuerdo con ese revolucionario, Rusia solo podría engendrar eficazmente las transformaciones necesarias en el momento en que los soviéticos controlasen directamente el gobierno.
Durante la Tercera Conferencia del Comité de Fábrica o Fabzavkomi, la mayor parte de los soviéticos parecían conformes con la idea de una nueva tomada de poder. El 25 de octubre de 1917, el soviet de Petrogrado promovió una insurrección organizada por el Comité Militar Revolucionario. El levantamiento fue un éxito y, por tanto, Vladimir Lenin comenzó a liderar el gobierno de los Comisarios del Pueblo. Desde entonces, el Partido Bolchevique pasaría a controlar las cartas de ese proceso de cambio.
El surgimiento de este nuevo gobierno abrió el camino para la aparición de movimientos independentistas en las áreas de la antigua Rusia zarista. En Finlandia y Ucrania, los movimientos independentistas sellaron el caso de la subordinación a las autoridades rusas. Manteniendo poco interés en el desgaste político, los líderes bolcheviques de las naciones cedieron y se volcaron hacia la resolución de problemas internos.
Inmediatamente, el gobierno bolchevique emitió decretos que se ocuparon de las cuestiones de la paz, la distribución de la tierra, los límites de los medios de comunicación y los derechos de los civiles y militares. El poder de la acción política de los soviéticos fue notorio y el Congreso Panruso trataba de garantizar el derecho de participación popular a través del Consejo Ejecutivo y del Consejo de los Comisarios del Pueblo.
Externamente, el nuevo gobierno ruso tuvo que aceptar las condiciones deplorables del Tratado de Brest-Litovsk a abandonar la Primera Guerra Mundial. Los aliados terminaron dominando un cuarto de la población y de las fértiles tierras de Rusia. Además, una guerra civil comenzaría en contra de los bolcheviques. Las tropas extranjeras y los sectores burgueses y conservadores de Rusia apoyaban la oposición militar a la dictadura de los trabajadores.
Así, comenzó una cruenta guerra civil entre los ejércitos rojos (revolucionarios) y blancos (anti-socialistas). Contrariando la escasez del ejército rojo, la guerra civil fue ganada por los partidarios del nuevo gobierno bolchevique. Desde entonces, el nuevo gobierno revolucionario tendría las condiciones más amplias y más favorable para hacer frente a batallas mucho más duras en la vida social y económica.
En 1918, una serie de medidas legislativas fueron destinadas a tomar medidas en relación con el trabajo, el salario y las condiciones de la vida de los trabajadores. El sistema judicial había sido rediseñado con una nueva lógica de prescripciones que, en el máximo, alcanzarían la pena de cinco años de detención. En la prisión, los reclusos pasaron a asistir a escuelas pretendiendo su reinserción.
En general, la Revolución de Octubre abrió la puerta para el período de recuperación previsto por la estructura democrática garantizada por el pragmatismo de Lenin. Las nuevas acciones de su gobierno traerían una nueva reorganización de Rusia capaz de transformar su realidad. Sin embargo, tras la muerte de Lenin se produjo una nueva revolución.