Históricamente, Japón ha sido una potencia aislada desde Occidente hasta la llegada de los primeros barcos portugueses mercantilistas en 1542. Este primer contacto tenía efectos positivos, principalmente debido a los intereses portugueses en difundir el cristianismo entre los japoneses por la acción de los jesuitas. En la primera mitad del siglo XVII, el gobierno japonés llevó a cabo la ejecución de miles de cristianos japoneses y determinó el cierre de puertos.
Entre los siglos XVII y XIX, Japón fue controlado por el shogun, un tipo de poder hereditario cuyos regidores tenían amplios poderes. Además, observamos la presencia de una aristocracia grande que ejercía el poder a través de los samuráis, una clase de guerreros profesionales. A lo largo del tiempo, el dominio de la familia Tokugawa bajo el shogun acabó desarrollando una frecuente disputa de poder con los grandes propietarios.
A partir de 1850, las naciones occidentales comenzaron a desarrollar estrategias políticas que empujó a la apertura política y económica japonesa. En 1854, bajo el mando del almirante Perry, una flota de Estados Unidos impuso la apertura de los puertos japoneses al mercado mundial. A través de graves amenazas militares, los japoneses fueron obligados a firmar acuerdos comerciales con diferentes países.
Buscando responder al proceso de dominación, los japoneses han permitido que los jóvenes fueran enviados a Europa y Estados Unidos para estudiar en las universidades hacia los campos de la ciencia y la tecnología. Con el tiempo, la población japonesa comenzó a dominar los conocimientos necesarios para crear sus primeras industrias. En un corto tiempo, este proyecto de modernización fue seguido también por el campo político, con la llamada revolución Meiji.
Manifestaciones de cuño nacionalista pasaron a oponerse al dominio absoluto de shogunato. Así, con el apoyo del ejército y la armada, Mitsuhito, emperador Meiji, emprendió una serie de reformas que dieron un nuevo rasgo político a Japón. El viejo poder político de los terratenientes fue reemplazado por un sistema de los gobiernos locales centralizado por el gobierno general. Además, se produce la instalación de una Asamblea legislativa formada por un parlamento bicameral.
Desde este momento nueva actividades económicas han recurrido al desarrollo agrícola y la formación de una industria de base consistente. Además, un nuevo sistema de recaudación fiscal permitió que el gobierno recaudase impuestos que ampliaron la capacidad de inversiones en economía y el incremento en su fuerza armada ante una posible defensiva.
En poco tiempo, Japón se ha convertido en un buen ejemplo de modernización en los campos políticos e industriales en todo Oriente. Ya en el siglo XIX, los japoneses pasaron a integrar el movimiento imperialista ejecutando su dominación en territorios próximos, como China, Corea y en la isla de Formosa (actual Taiwán). A principios del siglo XX, la victoria militar contra los rusos consolidó Japón en cuanto a potencia imperialista y principal rival económica de los Estados Unidos en la región del Pacífico.