La llegada de la Revolución Industrial en el siglo XVIII trajo a la luz un período extraordinario de progreso material y el desarrollo económico dentro del capitalismo. Además de la impresión de nuevas relaciones sociales y económicas en el medio urbano, este cambio también aumentó las diferencias entre la burguesía y las clases trabajadoras.
El nuevo entorno de trabajo y las condiciones de vida impuestas a la clase obrera urbana fueron los responsables de la formación de una masa de trabajadores sometidos a diversos tipos de situaciones. Al mismo tiempo, el desarrollo urbanístico del sector industrial había transformado la ciudad en un espacio donde se percibe la falta de higiene, las enfermedades y la rutina laboral.
La rigidez del entorno de fabricación también se convirtió en un problema social en otra ciudad. Los trabajadores, con el fin de satisfacer las demandas de sus superiores, se vieron obligados a trabajar durante varias horas. El trabajo de un hombre joven podría recibir hasta dieciocho horas al día. La gran cantidad de mano de obra disponible (desempleados) obligó a los trabajadores a aceptar salarios muy bajos para no rendir ante el sistema capitalista recién implementado.
Los bajos salarios también promovieron la introducción de miembros de la familia en el entorno de fabricación. Mujeres y niños trabajaban pero obtenían de salario un promedio de un tercio de lo que un hombre adulto recibía por la misma función. En algunas fábricas, los capataces eran responsables de la imposición de sanciones físicas a los que no cumplían con ciertas tareas. La falta de seguridad en el ambiente de fábrica ofreció serios riesgos de salud a los trabajadores. Muchos de ellos, por no apoyar a las condiciones adversas para muchos, terminaron cediendo a las drogas y la prostitución.
En el contexto de cambios y dolores sufridos por el trabajador, el movimiento cartista fue uno de los primeros en reclamar la participación política de los trabajadores y promover la creación de leyes a favor de la clase desfavorecida. Nacidos en Inglaterra, entre los años 30 y 40 del siglo XIX, los cartistas exigieron la reducción de la jornada y la mejora de las condiciones de trabajo.
Dirigidos por Feargus O’Connor y William Lovett, los trabajadores británicos estaban pidiendo un conjunto de reformas al Parlamento, que culminó en la conocida Carta del Pueblo. En este documento, el movimiento abogó por la sustitución de la votación del censo por sufragio universal, la institución del voto secreto y la remuneración parlamentaria. En 1848, una marcha estaba prevista para exigir el cumplimiento de los cambios solicitados por la Carta del Pueblo. Incluso sin reunir un gran número de manifestantes lograron el apoyo parlamentario.
Así, los trabajadores lucharon para poner fin a las dificultades del entorno urbano y laboral desarrollado en los siglos XVIII y XIX. Después de estas primeras manifestaciones de la clase obrera británica realizó otras manifestaciones, sobre todo, influenciados por las ideas del socialismo y el comunismo.