Zorba, el griego (Resumen)

La historia comienza en una cafetería en el Pireo, Grecia, justo antes del amanecer en una mañana de otoño tormentosa en la década de 1930. El narrador, un joven intelectual griego, decide dejar de lado sus libros por unos pocos meses después de ser golpeado por las palabras de despedida a un amigo, Stavridakis, que había partido hacia el Cáucaso con el fin de ayudar a algunos griegos étnicos que están sufriendo persecución. Va a Creta para reabrir una mina de lignito en desuso y sumergirse en el mundo de los campesinos y personas de clase obrera.

El narrador está a punto de sumergirse en su ejemplar de Divina Comedia de Dante, cuando siente que estás siendo vigilado. Vuelve y ve a un hombre de unos 60 años mirando a través de la puerta de vidrio. El hombre entra e inmediatamente se le acerca para pedir trabajo. Dice tener habilidades como chef, minero y músico y se presenta como Alexis Zorba. El narrador está fascinado por las opiniones y estilo expresivo de Zorba y decide contratarlo como un capataz. En su camino para Creta, ellos hablan sobre un gran número de asuntos, y los soliloquios Zorba sentaron la pauta para una gran parte de la historia.

A su llegada, elos rechazan la hospitalidad de Anagnostis y Kondomanolious, el dueño del café y, por sugerencia de Zorba, toman la carretera al hotel de Madame Hortense, que no es más que una fila de viejas chozas para los bañistas. Se ven obligados por circunstancias a compartir una cabaña. El narrador pasa el domingo recorriendo la isla, cuyo paisaje le recuerda a buena prosa, poderosa y contenida, y lee a Dante. En el camino de regreso al hotel para cenar, la pareja invita a Madame Hortense a la mesa y consiguen llevarla a hablar sobre su pasado como una cortesana. Zorba el da el sobrenombre de Bouboulina y, con la ayuda de su címbalo [o dulcimer, un instrumento musical], la seduce. El narrador permanece en su habitación mientras escucha los sonidos del apasionado acto de amor de ellos.

Al día siguiente, la mina se abre y el trabajo comienza. El narrador, que tiene ideales socialistas, intenta conocer a los trabajadores, pero Zorba advierte que permanezca lejos si pretende ser respetado. Zorba se sumerge en el trabajo, lo que es característico de su actitud general, que es absorbido por cualquier cosa que está haciendo por quien está en aquel momento. Muy frecuentemente, Zorba trabaja largas horas y pide para no ser interrumpido durante el trabajo. El narrador y Zorba tienen un gran número de conversaciones sobre una variedad de asuntos, de la vida hasta la religión, el pasado del uno y del otro, y sobre cómo ellos llegaron hasta donde están. El narrador aprende mucho sobre la humanidad de Zorba, lo que no había conseguido en su vida con libros y papeles.

El narrador absorbe un nuevo entusiasmo por la vida de sus experiencias con Zorba y mucha gente alrededor de él, pero reveses y tragedias marcan su estancia en Creta, y alienado por su dureza y amoralidad, él finalmente regresa al continente, una vez que los recursos financieros de él y de Zorba son gastados totalmente. Después de superar sus propios demonios (como su ‘no’ interior, que el narrador compara con el Buda, cuyas enseñanzas él había estudiado y sobre quien él venía escribiendo pro gran parte de la narrativa y que él también compara al ‘vacío’) a tener la sensación de que él es necesario en otro lugar (el narrador tiene una premonición de la muerte de su viejo amigo Stavridakis), el narrador se despide de Zorba al volver al continente. A pesar de la falta de cualquier gran explosión de emotividad, la despedida es emocionalmente dolorosa para Zorba y para el narrador. Los dos recordarán el uno del otro con mucha emoción durante el resto de sus vidas.