Los cuentos de Canterbury (Análisis)

Geoffrey Chaucer comienza a componer a Los cuentos de Canterbury en el cual El cuento de la mujer de Bath está introducido, en 1386, momento en que Inglaterra experimenta la Guerra de los Cien Años, concluida solamente en 1453. Debido a todo ese contexto, la literatura inglesa sufrió una severa influencia de los modelos franceses.

Chaucer se considera al primer poeta de la literatura inglesa y se destacó en sus cuentos por representar la sociedad de su tiempo construyendo un panorama de la literatura medieval con mucha ironía, humor y crítica.

La historia es narrada por Alice, la esposa de Bath, que representa el poder de la figura femenina que, sin cuestionar los conceptos morales prevalecientes, demuestra abiertamente con un montón de argumentos, que los placeres del sexo no deben ser un privilegio sólo de los hombres. El narrador se nutre de preceptos cristianos para defender su opinión.

Antes de iniciar el cuento, Alicenos habla de sus cinco esposos, que sólo refuerza la presencia de característica cristiana que valora el matrimonio, porque ni siquiera habiéndose separado ella se casó nuevamente y afirma siempre obtener lo que se propone; se muestra así una mujer de buen gusto y bella con su rostro atrevido, bonito y rojizo. Su cuarto marido es descrito como cultor de las tragedias griegas y de los grandes autores romanos, hecho este que puede ser comparado al Cuento del Caballero donde hay predominancia de elementos ligados a la mitología grecorromana.

En el Cuento de la Mujer de Bath se retoma el Rey Arturo: ‘En los viejos tiempos del rey Arturo, de quien los bretones narran los hechos gloriosos, en toda esta tierra saltaban los duendes; y la reina de las hadas con su alegre séquito frecuentemente bailaba en muchos de los verdes prados’. Se evidencia la presencia de características paganas al denotar la presencia de duendes y hadas, elementos discriminados por el cristianismo.

Alice retrata la historia de un hombre joven quien es sentenciado a desflorar a una virgen. En ese momento es posible percibir fuertemente la sociedad moralista volcada por el cristianismo. Igualmente hay presencia del fraile, otro elemento cristiano. Según la ley convencional este joven debe ser condenado a muerte, mientras, se abre una excepción y es la reina quien queda responsable por decidir si el joven debe morir y más una vez la mujer es la poderosa de la narrativa, la controladora de la situación, tamaño importancia ella recibe en el cuento. Partiendo de ese presupuesto, la reina propone al joven que si él consigue responder ‘lo que las mujeres más desean’ será libre. Él acepta y busca respuesta en varios lugares, hasta que ya cansado conoce a una vieja de apariencia poco agraciada que le responde que las mujeres ‘desean dominar a los hombres’ a cambio de él casarse con ella.

La respuesta de la joven a la reina es satisfactoria por lo que es un hombre libre para casarse con la sabia enferma corriendo el riesgo de perder su libertad, pues ‘el matrimonio elimina libertad’. Entonces, se casa, y la vieja propone que él escoja entre tener una esposa vieja y fea, aunque fiel y humilde, o una joven y atractiva, aunque dominadora y promiscua. El joven deja a la vieja escoger y ella se transforma en una linda doncella capaz de realizar todos los deseos del marido y así ambos ser felices, ‘siempre en perfecta armonía’.

‘Que Jesucristo nos mande también maridos dóciles, jóvenes y fogosos en la cama…y la gracia de poder sobrevivir a ello. Y por otro lado, acorte la vida de los hombres que no se dejan dominar por sus mujeres, y que son viejos, gruñones y avaros…para esos pestes, Dios envía peste’ (Chaucer).

La narradora termina enviando un mensaje con principios cristianos, favoreciendo el matrimonio y aún haciendo referencia a las plagas que asolaron el Egipto, todo eso con mucho humor e ironía, elementos característicos de la literatura de Chaucer.