Cien días entre el cielo y el mar (Reseña)
En medio de la narración de su viaje solitario en un pequeño barco a remo entre África y la Bahía, Amyr Klink revela su atracción por los informes de las expediciones marítimas de tres navegantes que hicieron la conquista del polo sur. Según Amyr, eran relatos fascinantes, principalmente porque él los leía sentado en un escritorio, en la casa de la familia en Paraty. Diciendo esto, el autor desvela el secreto de las historias que leyó y de las que escribe desde entonces: aventura es aventura incluso cuando es vivida y, después, contada. Los mares a los que Amyr Klink se lanzó ya habían sido antes navegados por varios otros. No había propiamente novedad en el trayecto, que mucho se basó en las avenidas abiertas entre corrientes y ciclos de vientos por los portugueses de los tiempos de los grandes descubrimientos.
Tampoco había ningún gran asombro en el pequeño tamaño de la barca, puesto que otros de su porte ya habían vencido las aguas heladas y rabiosas con relativo éxito. Pero sobraba la voluntad de valerse e las experiencias anteriores para perfilar un desafío: el de querer hacer y conseguir juntar personas en torno a una idea. La preparación del viaje es tan rica en coincidencias y cuidados como el desarrollo de los días en el mar es rico en peripecias. Las emociones vienen al respecto de las grandes tempestades, de los sustos con los ataques de los tiburones, de las bellas sorpresas en alta mar, como la compañía de los peces dorados, y de la fascinación florecida con la aproximación de una fauna marítima rica en detalles.
El cotidiano es hecho de remar ocho horas por día, de hacer cálculos precisos, de sacar alegría de la comida deliciosamente deshidratada y de tener mucho tiempo para contar con uno mismo frente al mayor poder de la naturaleza. De esa rutina diaria surge un hombre sin dudas, fuerte, lo suficiente para traducir lo que aprendió en bellas frases impactantes o en sinceros lugares comunes [En el mar, el menor camino entre dos puntos no es necesariamente el más corto, sino aquel que cuenta con el máximo e condiciones favorables]. Al final de la lectura, también en el escritorio o en el sofá, el lector siendo ser un pequeño aprendiz de los mares, y dispuesto a enfrentar uno de sus temores, de hecho, el único permitido al navegador: el miedo de nunca partir.
Las indicaciones literarias deben ser consideradas auxiliares y complementarias para facilitar la comprensión del autor y su trabajo. Para un mayor entendimiento se recomienda una lectura completa de la obra. Vea más resúmenes, críticas y análisis en el listado de resúmenes.